L U N E S
Aquí anda, otra vez, ilusionando a los niños la figura regordeta, vestida de rojo y blanco de Santa. No sé si los niños la heredan unos de otros o si cada generación lo reinventa, la cuestión es que a ninguna le falla, digo, en cuanto a su aparición, a su visita, porque lo que es en cuanto a cumplir los deseos que de pensamiento o por medio de la famosa y tradicional cartita sus corresponsales le expresan, apenas si cumple por aproximación.
Fue buena puntada la del primer niño que se le ocurrió inventárselo: la del primero que ante la imposibilidad de que sus padres le cumplieran todos sus deseos buscó que otro lo hiciera. No que éste se los cumpliera, pero como se trataba de un desconocido, nada tenía que reprocharle.
A estas alturas el más ingenuo de los niños sabe por dónde anda la cosa, pero de todos modos sigue pidiendo todo lo que se le ocurre con la misma frescura a sabiendas de que recibirá cada quien sólo el milagro que sus respectivos padres sean capaces de hacer.
Milagrosos y maravillosos días estos de Navidad en que los que más satisfacciones reciben son los padres, cuando pueden dar gusto a los sueños de sus hijos. Que así siga siendo por los siglos de los siglos. Amén.
M A R T E S
Carlos III trabajando un día en su despacho llamó y nadie acudió. Extrañado, fue a la puerta, la abrió y vio al paje deservicio dormido en su sillón con un sueño de dieciséis años que daba envidia. Iba el rey a despertarle cuando observó que de la casaca estaba a punto de caer al suelo un papel. No pudo el Monarca reprimir un movimiento de curiosidad, tomó aquel papel y leyó: ?Querido hijo mío: desde que por la recomendación de ese gran señor estás en Palacio y me vienes socorriendo con la parte de las propinas que te corresponden tus dos pobres hermanas y yo hemos salido de la espantosa miseria en que nos dejaste, y tenemos pan que comer y ropa con que abrigarnos. Hijo mío, te doy las gracias por la bondad de tu corazón, y te bendigo como al mejor y más amante de los hijos . . . ?Ganado el Rey por la emoción tomó un cartucho de doblones, que con mucho cuidado colocó en el bolsillo del paje, y después llamó con fuerza.
Despertose el paje, sobresaltado, y al ver al Rey delante de él no acertaba a disculparse.
Sonrió Su Majestad con benevolencia, quitando importancia a la cosa, y le preguntó:
¿Qué te hace ese bulto en el bolsillo?
El paje metió allí su mano, sacó el cartucho de monedas, lo miró con asombro, y fijando en el Rey sus espantados ojos, cayó de rodillas, acongojado: ¿Que te sucede? -le dijo el Rey -¿Por qué esa angustia?
Señor -le contestó el paje, sin poder reprimir los sollozos -debe haber alguno que me quiere perder, porque ese dinero no es mío, y no sé cómo ha venido a mi bolsillo; pero, le juro, Señor, que soy inocente.
¿Y quién crees tú que pueda pensar en perderte? ¿No tienes una madre y unas hermanas a quien socorrer? ¿Pues, por qué no ha de ser Dios el que te envía ese dinero, no para perderte sino para que pueda mejor manifestarse tu buen corazón? ¡Señor, Señor -exclamó el paje, comprendiendo lo sucedido-, ha sido vuestra mano..!
La mano de Dios, para hacer bien -contestó Carlos III -lo mismo obedece a la intención de un rey que de un labriego; cualquiera que sea la persona, el impulso, la acción, es de Dios. Envía ese dinero a tu madre y dile que yo cuido de ella y de ti?.
M I ÉR C O L E S
Baltasar fue el último rey de Babilonia (siglo VII a. de J. C.). Era un hombre vicioso y débil que pasó la vida entregado a los placeres. Una noche, durante un banquete en el que Baltasar sentaba a su mesa a sus favoritas y a sus cortesanos, se les apareció una mano fantasmal que escribió tres palabras en el muro: Mane, Thecel, Phares. Baltasar tenía encarcelado al profeta Daniel y le hizo traer allí, por si le podía interpretar aquellas tres palabras.
Daniel las interpretó así: Numerado, pesado, dividido.
Y dio esta explicación:
Mane: ha numerado Dios los días de tu reinado y le ha fijado término. Thecel: has sido pesado en la balanza y has sido hallado falto; Phares: dividido ha sido tu reino, entre los medas y los persas.
Baltasar, que era nieto del gran Nabucodonosor, fue muerto aquella misma noche. Y, a su muerte, quedó cumplida la predicción, pues Darío le sucedió en el reino de los medos y Ciro en el de los persas.
Emil Ludwig, en su libro ?Regalos de la vida? asegura que la verdadera inscripción de la mano fantasma fue: Mene, mene tekel upkarsin. Y que esto está escrito en aramaico. ¡Vayan Ustedes a saber!
J U E V E S
Zweig en una biografía de Balzac, cuenta que éste en su juventud, en un retrato de Napoleón que le gustaba tener sobre la mesa, escribió: ?todo lo que tú conseguiste con las armas, yo lo conseguiré con la pluma?. Y aunque no consiguiera tanto, su éxito no costó la vida a nadie, mientras que Napoleón sembró Europa de cadáveres.
Aquel genio de ambición
que en su delirio profundo,
cantando guerra hizo al mundo
sepulcro de su nación.
Sorprende de Balzac que, sin facilidades técnicas, puesto que entonces no había máquinas de escribir, llegara a una tan formidable cantidad de obras. A mucho más de lo que consta como obra suya, puesto que antes de escribir con su nombre, había compuesto otros muchos relatos y novelas sólo para soltar la mano. Y ninguna de sus primeras obras, ahora perdidas, tuvo éxito. En realidad, toda la obra ingente conocida como de Balzac se hizo en veinte años.
En su juventud le gustaba dar largos paseos por París, en cuyas calles encontraba inspiración. También visitaba con frecuencia el cementerio de Pere Lachaise. Y cuenta Gautier que, después de una de estas visitas, Balzac le dijo: Los epitafios más elocuentes son los que sólo ponen un nombre: La Fontaine, Moliere, Maassena. . . .
Pero un nombre que lo dice todo y que invita a largas meditaciones.
V I E R N E S
Cuenta Isidoro Gurría Urgell que Herodes el Grande, fue un ejemplar humano cubierto de historia. Modelo de hombre del cercano Oriente, que viviera en los siglos próximos a la era cristiana. Es el heredero de la mala ventura y la violencia, que en aquel girón del mundo se debatía entre la religión y el oro, la esperanza y la servidumbre. Herodes bebió los alientos de aquella existencia en la que florecía la guerra a cada paso, aliviada muy de tarde en tarde por el paso cadencioso de las caravanas; por el arribo de los géneros que venían de lejanas tierras, y el canto de las mujeres esclavas.
Físicamente Herodes el Grande fue un hombre corpulento y ágil, gran cazador que en un solo día lograra capturar cuarenta bestias salvajes; era experto en el manejo de flechas y jabalinas, ?y tan buen guerrero, dice Josefo, ?que no había quien le aventajase?.
Muy aficionado a las mujeres, tenía seducción y atractivo, por lo que érale fácil persuadir y ganar allegados y amigos, que sin pensarlo solíanlo seguir como sujetos a cierto encantamiento; mas junto a estos atributos inspiraba temor a las veces, y odios profundos que no hallaban olvido.
Renan dice de él que era ?un animal hermoso; un león en quien no se admira más que su grave gallardía y abundante melena, sin pedirle moral?. Conviene recordar que en cuanto Herodes tuvo el poder que le daba la tetrarquía, hizo sentir luego su autoridad.
S Á B A D 0
Un recuerdo este día para todos aquellos con quienes la vida me hizo compartir la suya aunque fuera brevemente, en mi vecindario infantil, en las escuelas en las que compartí con ellas las bancas y los estudios y sueños; de una manera muy especial un recuerdo para Pablo C. Moreno quien a través de Enrique Mesta, allá por finales de los años treinta, pidió y obtuvo se me diera este espacio que, primero, cada día en su día, y luego como hoy salen, todos juntos los domingos, pudiera compartir con ustedes, mis amables lectores, mis ligeras reflexiones acerca de todo y de nada.
Agradeciendo, pues, su lectura este año más, les envío mis mejores deseos de salud y felicidad y paciencia para esperar sin prisas el nuevo año que vamos a ver si alcanzamos o nos alcanza. ¡Felicidades!
Lo bueno de este día es la conciencia familiar siempre presente mientras transcurre. Miembros de ella que nada dejan saber de ellos durante trescientos sesenta y cinco días sorprenden con su llamada telefónica o son sorprendidos por la nuestra estén donde estén, y a lo mejor hasta se realizan los viajes necesarios para sentarse a la mesa de otros miembros de la familia.
En muchos hogares este día se sacrifica la víctima que se ha venido cebando durante las últimas semanas, y se abren las botellas de vino tinto elegidas para el efecto. Con una y otras se despierta el ambiente propicio a lo largo de la mesa, chica o grande, según sea la familia. Durante la cena, o la comida, según sea lo que se acostumbre celebrar, se recuerda todo el anecdotario familiar, lo mismo el de los que están presentes que el de aquellos que se nos adelantaron; el presente se vigoriza con el ayer, y recordamos, ¡cómo no!, a aquellos tan pocos amigos que nos quedan de los que fueron tantos.
Y D O M I N G O
El hombre es animal de soledades.
ROSARIO CASTELLANOS.