Paso frente al espejo y me doy cuenta que estoy hecha una gorda. Miro a mis amigas y todas están flacas. No me gusto. Ahora sí... hoy empiezo mi dieta. Mi mamá insiste en que adelgace ¡y la alucino!... Un comentario del novio de mi amiga me cayó como una puñalada: ?No le interesa tener novio, por eso está gorda?. Pienso que si adelgazo seré atractiva y popular. Empiezo a hacer dietas y tomo laxantes porque me enteré que sirven para enflacar.
Me gusta adelgazar. Si por la mañana la báscula marca 100 gramos menos, me siento feliz.
No sé cómo empiezo a tener problemas con mi forma de comer. La comida me da asco y llego a verla como si se tratara de un veneno. Mi conciencia se va deformando, percibo lo bueno como malo y lo malo como bueno: si como es malo, si no como es bueno. Si no me laxo muy malo, si consigo las anfetaminas es muy bueno porque me quitan el hambre y me dan fuerza. Ése es mi gran secreto.
Mi obsesión es bajar de peso y ser perfecta en todo lo que hago. Por dentro escucho una voz que me dice: cumple, da más, párate derecha, sé mejor. Me siento culpable de no lograrlo. Me siento indigna de ser amada.
En mi casa formo parte de la ?familia ideal?. Por supuesto que hay broncas, pero no se las cuento a nadie. Estoy agotada. Me pierdo en el camino. Escucho a mi papá decir cosas como: ?Así de flaca ya no te quiero?. Su amor condicionado me duele en el alma. Si me dice ?Sube de peso?, yo lo interpreto como un ?ya no te quiero?. Ay, papá... Necesito que me digas que me amas con palabras que entienda. Necesito que me abraces y me aceptes como soy y como estoy. Me siento rechazada, por eso insisto en bajar de peso.
Estoy débil. A escondidas, aumento la dosis de las anfetaminas que me dan vida. Me hiero el paladar para no comer. Me purgo con treinta pastillas de laxantes diariamente. Sé que me hacen daño y no me importa... Peso 32 kilos. Toco fondo. Vivo en el cumplimiento... cumplo y miento. Por dentro tengo un gran dolor, un enorme vacío, una gran culpa y temor.
Me reconozco: soy anoréxica. Pido ayuda.
Escucho a mi querida amiga Ana y pienso en las dos millones de personas, en su mayoría jóvenes y niñas de secundaria, prepa y universidad, que sufren trastornos alimenticios en nuestro país.
Anorexia
Esta enfermedad se está convirtiendo en algo tan común que hasta creemos conocerla; pensamos que con recuperar un poco del peso perdido, la persona volverá a ser lo que era antes. No es así. Una persona no tiene anorexia, la anorexia la tiene a ella. Los jóvenes, en su mayoría mujeres, la sufren con mayor frecuencia y se sienten indefensos; aprenden, demasiado tarde, que la voluntad no es suficiente para quitarse la enfermedad de encima.
Hay estudios que muestran que este padecimiento afecta a dos de cada diez adolescentes, aunque últimamente parecen aumentar los casos diagnosticados.
Elementos que pueden desencadenar trastornos en la alimentación:
No aceptarse como persona.
Temor a no ser aceptada por los demás.
Baja autoestima.
Ser perfeccionista en exceso.
Autoexigirse demasiado.
Preocuparse mucho por lo que los demás piensan de ella/él.
Percibir que se tiene poco control sobre la propia vida.
Sentirse con pocas habilidades para socializar.
Tener algún familiar obeso al que no se le quiere parecer .
Tener un familiar obsesionado con el peso o con la imagen personal.
Tener una madre sobreprotectora.
Que la familia deposite demasiadas expectativas en ella/él.
Haber sufrido malos tratos o abusos sexuales en la infancia.
Padecer depresión y ansiedad.
Haber vivido fracasos, conflictos interpersonales, divorcios, cambios corporales en la adolescencia o problemas en la escuela.
¿Cómo identificar la anorexia?
Al principio es difícil notar la enfermedad, ya que empieza con una dieta inocente. Conforme progresa, es raro que alguien la detecte, ya que la persona anoréxica suele usar ropas holgadas. Aún los anoréxicos muy avanzados continúan sintiéndose gordos y feos, y por eso buscan esconder su cuerpo. Siempre están a dieta.
Una persona anoréxica suele evitar situaciones que incluyan comida. Si no puede hacerlo, por lo general juega con la comida y se hace tonta en lugar de comerla, o la tira a la basura.
Los anoréxicos, por lo general, oscilan entre la hiperactividad y la depresión; buscan la perfección, se fijan metas muy altas y se obligan a mostrar su nivel de competencia. Si no pueden controlar lo que pasa a su alrededor sienten que, por lo menos, controlan su peso.
Tratamientos:
Muchos de los anoréxicos son personas que, por lo general, niegan su enfermedad y se resisten a aceptar ayuda. Un buen comienzo es comprenderlos, conocer la enfermedad, informarse, pedir ayuda a un profesional, tener terapia individual, de familia o de grupo, o bien, internar al paciente en una clínica especializada (con gusto te proporciono los datos). Los primeros seis meses son los más difíciles para todos, ya sea el paciente, familiares, terapistas y médicos. Hay que entender que todo su comportamiento, su autodestrucción, o su agresividad hacia los que más quiere, está más allá de su control y es involuntario.
Cuanto antes se actúe, mejor. Es común que los médicos incluyan en el tratamiento algún antidepresivo para sacar a la persona adelante. Es muy importante que toda la familia participe en la terapia de recuperación, que es muy lenta y suele tener recaídas. Durante todo el tiempo, quien padece este tipo de enfermedades requiere de mucha paciencia, nada de críticas, mucho cariño, nada de regaños, mucha comprensión, nada de vigilancia, y mucho apoyo. Hay que estar conscientes de que todo esto, tan necesario, la persona con este padecimiento no suele pedirlo verbalmente. Así que? Ojo con las flacas.