Vivimos una etapa en que los partidos están a prueba frente a sí mismos, antes de ponerse a prueba frente la ciudadanía. El fantasma de la división merodea a todos, y aquel que salga dividido de su contienda interna estará condenado a perder la elección constitucional.
En su primera selección de candidato a la Presidencia de la República sin el tutelaje presidencial, el PRI ha demostrado, hasta ahora, una madurez que pocos creían posible. Dos potenciales tormentas han cedido. Por una parte, el Tucom resolvió sin ruptura la definición de su precandidato. Este grupo tuvo el pragmatismo de seleccionar en Arturo Montiel, a un político que demostró inteligencia y habilidad para gobernar el Estado de México y para triunfar en las elecciones de su sucesor estatal. Sin duda, será una competencia efectiva para disputarle la candidatura a Roberto Madrazo.
Lo relevante de ese proceso es que se basó en un mecanismo moderno de consulta, encuestas y conocimiento, tanto de la opinión de sus militantes como de la opinión pública.
Si el Tucom y Montiel manejan la campaña interna con esa visión, nada estará aún escrito en el PRI sobre el futuro triunfador de esa contienda. Ahora bien, la otra tormenta conjurada es que el CEN será presidido por su secretaria general, Elba Esther Gordillo, respetando el estatuto y evitando una ruptura con la fuerza que representa el magisterio organizado en el SNTE.
Asimismo, el PRI perfila una buena candidata a la jefatura de la Ciudad de México, Beatriz Paredes, sin mayores conflictos internos. El PRI está a punto de librar la “madre de todas las batallas” internas y su prueba definitiva de unidad. Varios son los problemas por superar.
Uno, la postura que adopte Elba Esther frente a los dos precandidatos para que no se califique el proceso de parcial. Dos, la limpieza del proceso para que no se demande su anulación por fraude. Tres, la transparencia en el financiamiento de las precampañas, para evitar conflictos legales. Y, cuatro, el respeto entre los contrincantes para no enviar herido de muerte al ganador como resultado de un ataque excesivo.
El PAN está en mayores problemas que el PRI en esta etapa de selección de candidato a la Presidencia. Los ataques entre Santiago Creel y Felipe Calderón han tenido un nivel alto. La renuncia de Francisco Barrio, al denunciar que la contienda no es equitativa le ha quitado transparencia a su proceso interno.
Las derrotas en tantas elecciones estatales han minado las expectativas electorales y su fortaleza como partido en el poder, y los resultados de los gobiernos panistas no han convencido al ciudadano común. Finalmente, los escándalos surgidos alrededor del ex secretario de Gobernación derivados de la autorización de establecimientos de juego, le han costado simpatías no sólo a éste, sino a todo el partido.
Otro tema delicado para el PAN es que aún no queda claro cómo va a elegir a su candidato a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Su mejor posibilidad, Demetrio Sodi, está sufriendo el embate de la cúpula panista. Por otra parte, el PRD, con Andrés Manuel López Obrador como el precandidato más sólido de todos los señalados hasta ahora, deberá enfrentar una lucha en el “Olimpo” frente a Cuauhtémoc Cárdenas.
La aún desdibujada decisión de Cárdenas de enfrentarse a AMLO y la posibilidad de postularse por un partido pequeño, en un frente de organizaciones políticas, puede restarle al Peje valiosos puntos que, en una elección competida, puede significar la diferencia entre perder o ganar.
Finalmente, el enfrentamiento entre el PRD capitalino y Marcelo Ebrard es muy grave, pues se está dando en el bastión más fuerte de ese partido. Lo cierto es que, mientras la vida interna de los tres partidos se desenvuelve entre luchas políticas y negociaciones internas, brilla por su ausencia su interés por el ciudadano y por el futuro de México. Ningún partido ha puesto énfasis en la ideas. No se han publicado ni sus plataformas políticas, ni su oferta electoral integral, ni lo que van a exigirle cumplir a todos sus candidatos. Otra variable esperada por buena parte de la sociedad tampoco ha llegado. No se ha perfilado en los otros partidos la decisión de constituirse en una “cuarta opción” y el tiempo apremia.
Por todo lo anterior, al no perfilarse una candidatura ciudadana competitiva, si las encuestas publicadas a la fecha se mantienen, el primer lugar lo obtendría AMLO, el segundo Madrazo y el tercero Creel. Eso provocaría que una parte del voto blando panista podría mudarse al PRI, al percatarse que más vale apoyar al segundo lugar para evitar que triunfe el PRD.
El voto útil, en esta ocasión seguirá la lógica del plebiscito, como lo hemos comentado en artículos anteriores. Para ganar la elección, el PAN deberá pensar más en enfrentarse al segundo lugar, que en buscar de entrada el liderazgo que hace tiempo perdió. Medio México votará por Andrés Manuel y la otra mitad por el segundo lugar para evitar que éste gane. ¿Quién será el segundo lugar? El partido que no se divida en su contienda interna.