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Monumento a la sordera

Javier Fuentes de la Peña

al inicio del sexenio, Enrique dijo:

“Quiero hacer una obra por la cual todos los habitantes de Torreón me recuerden. Debe ser un proyecto vistoso, que llame la atención hasta del más apático. Nada me gustaría más que me considerasen un gobernante preocupado por traer la modernidad a esta ciudad y, por eso, he de emprender una magna construcción.

“Se me ocurre, por ejemplo, hacer un Cristo mucho más grande que el que se encuentra en Las Noas, sin embargo, ¿qué sentido tendría construir algo que ya existe? Podría también cumplir mi promesa de edificar un estadio de futbol, pero con éste difícilmente pasaría a la historia como promotor de la modernidad. Tarea ardua es encontrar una obra que al mismo tiempo simbolice modernidad, desarrollo y eficiencia gubernamental. Sin embargo, no descansaré hasta encontrar el proyecto con el cual compre mi inmortalidad”.

Meses después, Enrique tuvo una idea:

“¿Por qué reuniste en mí tanto talento? ¿Acaso, Dios, no pudiste guardar un poquito para mis conciudadanos? Tengo una idea brillante. Mi mente ha concebido una obra que, cada vez que alguien la vea, recordará mi nombre. Maravillados quedarán los habitantes de Torreón al ver que su gobernador promoverá la construcción de un gran distribuidor vial. En él, todos tendrán un motivo de orgullo y agradecimiento hacia mi persona. En el cielo no sólo habrá nubes y pajarillos, sino que también podrán verse los automóviles que circulen por cada una de las elevadas arterias del distribuidor. La obra será toda una revolución, por eso he decidido bautizarla como Distribuidor Vial Revolución, el cual, símbolo será de la nueva era de Torreón.

Ahora, un ciudadano habla:

“Está muy bonito el Distribuidor Vial, de eso no queda duda. Sin embargo, ¿acaso es sólo una obra de ornato? Me parece que sí, pues el problema del tráfico no se ha resuelto del todo. La otra vez, por ejemplo, tuve que hacer una larga fila porque cerraron un carril para evitar que otro camión se cayera al vacío.

“Cada vez que tengo que treparme en uno de los carriles del distribuidor, el pánico se apodera de mí. Por mi frente resbala un frío sudor. Mi cuerpo no deja de temblar y acude a mi mente un sinfín de recuerdos, como si me supiera próximo a la muerte. Al descender de la pronunciada rampa, y al saberme a salvo, me santiguo agradeciendo a Dios el haberme librado de ese gran peligro.

“Seguramente el gobernador quiso que esta obra fuera un símbolo de su administración, y no cabe duda que lo logró. Sin embargo, el DVR de ninguna manera simboliza la modernidad, ni mucho menos el desarrollo. Antes de ello, debe ser considerado como un monumento a la ineficiencia gubernamental. Desde su construcción, múltiples problemas han surgido reflejados ahora en las fallas estructurales, y en las personas que han perdido la vida al salir disparados desde lo más alto del puente. Pese de todo, la sordera gubernamental ha sido mayúscula. Frente a cada voz que asegura que el distribuidor tiene fallas enormes en la construcción, surge una voz oficial asegurando que la obra fue construida a prueba de peritajes.

“Esa ha sido la historia de la administración de Enrique Martínez. Una voz ciudadana denuncia el aumento de la inseguridad pública, y surge entonces la voz del procurador para decir que Coahuila es el Estado fronterizo más seguro. Cuando otra voz reclama el bajo aprovechamiento escolar, aparece la secretaria de Educación afirmando que los datos son incorrectos.

“No cabe duda que el Distribuidor Vial Revolución es un símbolo de la administración de Enrique Martínez. Cada vez que lo veo, lo admiro como un hermoso monumento a la sordera y a la negligencia gubernamental”.

javier_fuentes@hotmail.com

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