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Muchos políticos, pocas ideas

José Santiago Haely

Un desánimo y hastío entre la población mexicana se observa a poco menos de un año de las elecciones presidenciales. Las razones son varias y por demás comprensibles.

Pero la principal se refiere a que los precandidatos actuales no levantan esperanzas de cambios, si acaso algunas expectativas menores.

En el PRI son los mismos de siempre y lamentablemente no existen figuras que tengan un liderazgo basado en una destacada trayectoria política y profesional.

Los nombres de Roberto Madrazo, Enrique Jackson, Arturo Montiel, entre otros aspirantes a la Presidencia de la República, no ofrecen nada nuevo al electorado, por el contrario varios de ellos cuentan con negros antecedentes de corrupción y autoritarismo.

Al menos en elecciones pasadas había candidatos priístas como Luis Donaldo Colosio, Ernesto Zedillo y el propio Carlos Salinas que tenían el ingrediente de la juventud y de una sólida preparación académica.

En el PAN no cantan mal las rancheras. Santiago Creel, el virtual candidato de los blanquiazules, tuvo cinco años para demostrar su talento y capacidad con magros resultados.

Fue un ministro de Gobernación gris y burocrático que no supo negociar con los partidos de Oposición para alcanzar las famosas reformas estructurales. Por si fuera poco dejaba que los conflictos políticos brincaran una y otra vez de Bucareli a Los Pinos.

Felipe Calderón y Alberto Cárdenas, también precandidatos panistas, muestran un perfil más fresco y atractivo, ambos han logrado exitosas carreras políticas y cuentan con un historial intachable, pero difícilmente llegarán porque los dados están cargados a favor de Creel.

En el PRD hay que reconocer que Andrés Manuel López Obrador es hoy en día el personaje político más popular, pero su fama obedece más a una eficiente estrategia de medios y no a sus ideas, planes y conceptos políticos.

Escuchar el mensaje de Andrés Manuel es remontarnos al México de los años setenta y ochenta, es volver a ese discurso cargado de frases populistas y demagógicas que fueron la causa de la crisis política y económica que padeció el país durante dos décadas. Desgraciadamente el PRD no tiene un contrincante que pudiera hacer crecer y mejorar en estos meses a López Obrador. Cuauhtémoc Cárdenas optó por una graciosa huida y el resto de los posibles precandidatos han preferido unirse a la campaña del tabasqueño.

A lo anterior se suma la decisión de la Suprema Corte de Justicia de cerrar el paso a los candidatos independientes, entre ellos Jorge Castañeda, quien podría inyectarle sabor y altura ideológica a la próxima campaña presidencial.

Los partidos pequeños no tienen por el momento figuras de relieve. Un grupo de Monterrey capitaneado por el empresario Alfonso Romo pretende colocar vía Convergencia Democrática un candidato de mayor dimensión, pero todavía está por verse.

En Chiapas, el subcomandante Marcos intenta sacudir a la izquierda con sus fuertes críticas hacia el PRD, pero difícilmente los zapatistas postularán a su propio candidato.

Para colmo Andrés Manuel se niega a debatir con Marcos y hasta ahora el único debate en puerta es el de Arturo Montiel y Roberto Madrazo, seguro que ni a los propios priistas habrá de entusiasmar.

En un país con tan enorme horizonte como es México, hoy en día sobran los políticos pero escasean las ideas y los proyectos para transformar en serio al país.

Por suerte la economía ha logrado mejorar gracias a que los políticos ya no intervienen en ella, pero falta que avance la educación, la salud, la cultura, el campo y la calidad de vida de millones de marginados.

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