El País
MADRID, ESPAÑA.- La premura de tiempo y los inevitables trámites burocráticos han impedido que Manolo Vázquez viviera un momento de última alegría, cuando la enfermedad había mermado ya sus fuerzas. Pero quedará, más pronto que tarde, el monumento y permanecerá para siempre la huella de un artista de la tauromaquia que ?resucitó? para la fiesta de los toros a los 51 años y dejó escritas algunas de las páginas más bellas del arte del toreo.
Allá por el año 1981 comienzan los rumores de la reaparición de un hermano del insigne Pepe Luis Vázquez, llamado Manolo, que se había retirado por segunda vez en 1968 y que, a causa de lesiones y cogidas, había dejado la miel en los labios de la afición.
Maduro ya, enfundado en un traje de esperanza y ante la mirada incrédula de miles de sevillanos, el 18 de abril de ese año se planta en la puerta de cuadrillas de la Real Maestranza para dar la alternativa a su sobrino Pepe Luis, en presencia de Curro Romero.
Quedó claro aquel día que Manolo Vázquez no venía de recogida, sino que retenía en sus muñecas una concepción honda, pura y sevillanísima del arte del toreo. Días después, la tarde del Corpus, enloqueció a la afición, que se lo llevó a hombros por la Puerta del Príncipe.
Había nacido un nuevo ídolo y Sevilla lo adoptó como hijo predilecto de la torería.
Aquella temporada de 1981 mató en 21 corridas, y 19 al año siguiente, el de su retirada definitiva, que se produjo el 12 de octubre en Sevilla, en un mano a mano con Antoñete.
Se retiró un artista, un gran maestro, que recibió tan merecido título en plena madurez, después de una carrera corta, plagada de percances.
Había nacido Manolo Vázquez en el sevillano barrio de San Bernardo, en el seno de una familia de raigambre taurina.
Debutó con picadores en Ciudad Real el 11 de julio de 1948. Su primer paseíllo en Las Ventas fue el cuatro de junio de 1950 y cortó una oreja. Siete días más tarde repitió en la misma plaza y salió a hombros por la puerta grande. Al año siguiente, en octubre seis de 1951, toma la alternativa en Sevilla de la mano de su hermano Pepe Luis y con Antonio Bienvenida como testigo. Se retira por primera vez en 1965, reaparece en 1968 y esa misma temporada vuelve a colgar el traje de luces.
Manolo Vázquez será recordado como una seña de identidad del toreo artista de la segunda mitad del siglo XX. Tras su retirada definitiva siguió muy ligado a la fiesta de los toros como presidente de la Fundación Andaluza de Tauromaquia, y desgranó sus conocimientos en multitud de jornadas taurinas.
Fue galardonado con la Medalla de Oro a las Bellas Artes y, en 1997, la Junta de Andalucía le concedió la Medalla de Oro de la Comunidad.
Ha muerto Manolo Vázquez pocos días antes de cumplir 75 años. Ha muerto un torero con mayúsculas. Ha muerto un artista que, en plena madurez, pudo demostrar que el arte más excelso es posible en la fiesta de los toros.
La afición no lo olvidará, porque no se olvida a quien es capaz de emocionar con la fuerza y el sentimiento que desparramó Manolo Vázquez.
El lunes, la Maestranza de Sevilla guardó un minuto de sobrecogido silencio en memoria del torero fallecido. Un instante eterno de emoción recorrió la plaza entera, como en aquellas tardes de triunfo que protagonizó quien ya forma parte de la gloria taurina.