Santa Rosa de Pisiñag (Ecuador), (EFE).- En un acto reflejo instintivo el niño José Agustín logró incorporarse y gritar auxilio, mientras centenares de kilos de basura y escombros sepultaban para siempre a cuatro compañeros suyos en un contenedor.
Así relató a EFE José Agustín Choto, de once años de edad, los sucesos de la madrugada del 28 de diciembre en la ciudad andina de Riobamba, que causaron conmoción en Ecuador por las circunstancias trágicas en que se desarrollaron.
Luis, Alex, Mario y Paul, niños indígenas trabajadores de Santa Rosa de Pisiñag, un apartado pueblo habitado por tan sólo 120 personas y enclavado a 30 kilómetros de Riobamba, perecieron asfixiados cuando un camión municipal de basura volcó sobre ellos los desperdicios.
Según el relato de José Agustín, él y sus cuatro primos decidieron echarse a dormir en el fondo del contenedor porque fueron expulsados por hacer ruido de la Casa Indígena, un centro de alojamiento administrado por varias organizaciones religiosas.
Los responsables de esa institución, que cobran 20 centavos de dólar por pasar la noche, aseguraron que los niños fueron enviados al patio de la casa, y no a la calle, a donde supuestamente accedieron tras saltar una cerca.
De cualquier modo, el suceso volvió a poner en primer plano el problema de los niños trabajadores, que en Ecuador afecta a casi un millón de menores de 17 años, la cuarta parte de todos ellos en un país de 13 millones de habitantes.
Luis Terán, promotor social del Municipio de Riobamba, indicó a EFE que en la provincia del Chimborazo, la más pobre de Ecuador, el 8 por ciento de los niños trabaja en lugar de ir a la escuela, y que muchos otros se ven obligados a compaginar los estudios con el trabajo.
Este era el caso de los cinco niños sepultados por la basura, que llegaron a Riobamba desde su aldea para limpiar calzado en la calle y vender caramelos durante las fiestas navideñas, con la esperanza de poder aportar algunos dólares a sus depauperadas familias.
En Santa Rosa, al igual que en la mayor parte de las apartadas aldeas andinas, prácticamente el único cultivo y fuente de alimentación es el maíz, razón por la cual la mitad de los niños menores de cinco años padece desnutrición.
Terán aseguró que la pobreza ha hecho que esté muy arraigada la mentalidad de considerar natural el que los niños trabajen a los pocos años de edad, e incluso en actividades penosas como la minería, fábricas de ladrillos y bananeras.
Al respecto, citó que recientemente una brigada del ejército ecuatoriano regaló a decenas de niños betún y cepillos para que se dedicaran a ejercer de limpiabotas, en una acción que fue calificada de "ayuda social".
Mientras, organizaciones de cooperación y de defensa de los derechos humanos denuncian que el gobierno ecuatoriano no cumple una ley que establece que el 10 por ciento de la inversión pública debe dedicarse a los grupos sociales más vulnerables, con la infancia a la cabeza.
María y María Ángela, madres de los niños muertos Alex y Mario, explicaron que fueron informadas de la muerte de sus hijos por varios agentes de policía que llegaron a la aldea en un vehículo, y que desde entonces nadie más ha vuelto a acordarse de ellos.
"Nos hicieron muchas promesas de ayuda que no se han cumplido, aunque hace poco nos aconsejaron que presentemos una denuncia, pero si no tenemos plata ni para comer cómo vamos a pagar un abogado", se lamentó María Angela en una mezcla de idiomas quechua y español.
Medios de la Fiscalía provincial dijeron que el caso se encuentra actualmente en fase de recogida de pruebas y de testimonios para delimitar posibles responsabilidades, pero puntualizaron que es difícil saber cuánto tiempo demorará el proceso.