“Esta vez El Fénix no revivió de sus
cenizas”. Anónimo
La cancelación del proyecto El Fénix para producción de etileno y sus derivados es una muestra más de las camisas de fuerza que los políticos le han impuesto a la industria petroquímica de nuestro país. Confirma, una vez más, que México seguirá perdiendo competitividad en muchos campos industriales, y no porque no seamos capaces sino porque nuestro sistema político se niega a permitirla.
El Fénix había de ser, según algunos analistas, la inversión productiva más fuerte de este sexenio después del nuevo aeropuerto de Texcoco. Hace años ya, sin embargo, el aeropuerto tuvo que ser cancelado por la presión de un grupo político armado de machetes. Ahora le toca el turno a El Fénix, pero no por la amenaza de unos machetes sino por las restricciones a la inversión que nuestros políticos han inventado.
La forma en que se presentó la noticia de la cancelación a los mexicanos es engañosa. Según las declaraciones del director de Pemex Petroquímica, Rafael Beverido, la Secretaría de Hacienda no aceptó dar descuentos en la materia prima requerida para desarrollar el proyecto que sería manejado en una coinversión entre Pemex y empresas privadas. La información parecía sugerir que las firmas particulares no estaban dispuestas a arriesgar su dinero a menos de que el Gobierno Federal les garantizara un subsidio.
Ésta, sin embargo, es una verdad parcial. La Secretaría de Hacienda ha insistido en que la materia prima para la fabricación de etileno y sus derivados debe cotizarse al precio del mercado spot. Esto abre una incertidumbre enorme para el proyecto. Por eso las empresas han exigido contratos de largo plazo que garanticen una estabilidad en los costos.
Si México tuviera un mercado abierto de petróleo y petroquímicos, esta cláusula no sería necesaria. Los empresarios están dispuestos a entrar al juego de un mercado siempre y cuando éste sea realmente libre. El problema es que El Fénix tendría a Pemex como proveedor monopólico de materia prima. Y esto haría que el proyecto desde un principio trabajara con una espada de Damocles sobre la cabeza.
Lo realmente triste del caso es que, por las restricciones que existen en México en el mercado del petróleo y sus derivados, la economía nacional y los trabajadores mexicanos están pagando un costo enorme. A pesar de que somos productores muy importantes de crudo, en 2004 México tuvo que importar cerca de diez mil millones de dólares en derivados, como gas natural, petroquímicos, químicos y gasolinas. En algunos casos, como el de la refinería de Deer Park, en Texas, Pemex ha tenido que sacar sus inversiones fuera del país con el fin de evitar las restricciones a la colaboración con firmas privadas que se le imponen en territorio nacional.
Ante la crisis en la oferta de refinados del petróleo y petroquímicos que hay actualmente en el mercado internacional, lo lógico es que en México se estuviera registrando una avalancha de nuevas inversiones. Pemex no cuenta con recursos para ello, y los pocos que tiene los debe dedicar a la extracción de petróleo crudo, que es el segmento más rentable del mercado; pero los inversionistas privados no pueden realizar inversiones en México debido a las absurdas restricciones que siguen existiendo en nuestro país.
No vamos a descubrir el hilo negro. Si los mexicanos queremos tener más crecimiento económico y empleos es indispensable que contemos con más inversión. Pero el actual marco legal de la industria del petróleo y sus derivados está hecho para restringir la inversión y no para promoverla. Mil formas se han buscado para darles la vuelta a estas restricciones, como los contratos de servicios múltiples y la subrogación de servicios; pero el hecho es que por el costo de esas restricciones los mexicanos pagamos más, mucho más, por producir derivados del petróleo que cualquier otro país del mundo.
La apertura de la industria de los derivados del petróleo no acabará, por sí sola, con la pobreza que agobia a nuestro país. Pero cada una de las limitaciones que se imponen a las actividades industriales estratégicas erosiona un poco más la productividad de nuestra economía. Como resultado, cientos de miles de mexicanos no tienen la posibilidad de beneficiarse de empleos que por derecho propio deberían crearse en nuestro país.
En la economía globalizada la competencia es cada vez más intensa. Evidentemente hay muchas batallas de competitividad que vamos a perder hoy y mañana. Pero da coraje que perdamos algunas, como la de producción de etileno, que deberíamos ganar con facilidad.
ELBA ESTHER
Si Elba Esther Gordillo no es designada presidenta nacional del PRI al dejar el cargo Roberto Madrazo, podrá presentar una denuncia ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Y es muy probable que los magistrados obliguen al PRI a cumplir con sus propias reglas de sucesión.