?Aunque la conducta del esposo sea censurable, aunque éste se dé a otros amores, la mujer virtuosa debe reverenciarlo como a un Dios. La mujer, durante su infancia, depende de sus padres; durante su juventud, del marido. Cuando viuda, de sus hijos; y si no los tiene, de los parientes más próximos del marido, y, si no los tuviera, del soberano, porque la mujer jamás debe gobernarse a su guisa?. Esta frase, aunque parece haber sido pronunciada por un loco o por un talibán, que a fin de cuentas viene siendo lo mismo, es en realidad un artículo de las Leyes de Manú.
En este texto sagrado del hinduismo, en el cual se establecen las obligaciones de los ciudadanos, se pone al hombre siempre por encima de la mujer. Desgraciadamente este machismo no es exclusivo de leyes que no se aplican ya o de pueblos atrasados. En muchos lugares del mundo, entre ellos México, todavía se respira un ambiente de clara misoginia en el que las mujeres tienen que hacer hasta lo imposible por conseguir nuevas oportunidades de desarrollo.
Es absurdo el trato que han recibido las mujeres a lo largo de la historia, siendo que ellas, por el simple hecho de tener la fuerza y capacidad de llevar a un hijo en sus entrañas, pueden ser determinantes en el campo económico, político y social.
En la actualidad, gracias a la lucha incansable que miles de mujeres han emprendido a lo largo de la historia, nos hemos dado cuenta que uno de los más grandes errores de la humanidad es el de haberlas considerado como seres inferiores.
Cada vez que veo a una mujer desempeñando una ocupación antes exclusiva para los hombres, me invade una sensación de alivio, pues me tranquiliza saber que las cosas están cambiando. Hace meses, por ejemplo, mucho gusto me dio cuando descubrí que una mujer conducía por las calles de nuestra ciudad un autobús del transporte urbano. Este mismo sentimiento lo experimenté el año pasado cuando me enteré que una mujer fue el árbitro central del juego sostenido entre el América y el Irapuato. Sin embargo, esa complacencia se convirtió en vergüenza cuando más tarde supe que Cuauhtémoc Blanco, uno de los futbolistas más admirados en la actualidad, al final del encuentro se acercó a la árbitro Virginia Tovar para gritarle: ?¡Ponte a lavar platos, ca...!?.
Es triste decirlo, pero el machismo es una actitud aún muy arraigada entre los mexicanos. Los puestos de mayor importancia en las empresas suelen ser ocupados por hombres, y lo mismo sucede en el Gobierno.
¿Está México preparado para tener una presidenta? No sólo creo que estamos preparados para ello, sino que además tenemos la necesidad de que una mujer nos gobierne. La mujer cuenta entre sus múltiples cualidades la honestidad, la tenacidad y fortaleza, características indispensables en todo servidor público. Si les confiamos a ellas la dirección de nuestros hogares, ¿por qué no dejar en sus manos cosas menos importantes como la Presidencia de la República?
Pero ¿cómo vamos a tener una presidenta de la República cuando en la mayoría de los Estados la participación política de las mujeres no supera ni siquiera a los puestos de alcaldesa o diputada?
Hace pocos años, con las reformas a la Ley electoral promovidas por el gobernador Enrique Martínez, se dispuso dar a las mujeres una mayor participación en la política. El ánimo de acatar dicha Ley pronto se advirtió, pues en Torreón el PRI designó a Laura Reyes como candidata a acaldesa, y se incluyeron a distintas damas entre la lista de candidatos a ocupar un escaño en el Congreso estatal.
Sin embargo, ahora todo volvió a ser como antes. Entre los candidatos a diputados del PRI, partido que con toda seguridad triunfará en las próximas elecciones estatales, no figura ninguna mujer y, según tengo entendido, lo mismo sucede en el caso de las alcaldías.
La mujer es clave para nuestro desarrollo. Confío que no faltará mucho para que en los partidos políticos, dueños de la participación ciudadana, se sacudan las prácticas machistas y sepan reconocer la capacidad de las mujeres para guiar nuestro destino.
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