Como el hombre debe apoyar a la mujer, así la mujer debe apoyar al hombre.
Cuando se vive en pareja armónicamente, no es posible pensar en andar por los caminos de la política como si la esposa no existiera. Si bien una cosa es complemento y otra dominio de uno sobre otro.
Lo que el pueblo repudia es el dominio que rompe el equilibrio necesario en toda relación de pareja y más cuando el dominio lo ejerce la persona que no fue electa por los votantes, porque entonces el electorado siente que su voluntad está siendo burlada.
Pero en contrapartida, el ciudadano común admira y reconoce la armonía y buena relación de una pareja cuando uno de ellos se encuentra en el ejercicio del poder.
Por ello no me parece correcto que Felipe Calderón, precandidato del Partido Acción Nacional a la Presidencia de la República haya declarado que de llegar a ese cargo: “no gobernará con una pareja presidencial, sino implantará un Gobierno de presidente de la República”.
La alusión es clara a Vicente Fox y Marta Sahagún. Y espantado como está buena parte del pueblo con la actitud asumida por la señora desde que contrajo matrimonio con el presidente, es explicable que Felipe quiera marcar distancia de esa forma de gobernar en pareja.
Pero ello no debe llevarlo a relegar a su esposa. Primero, porque la está prejuzgando al equipararla con Marta. Y segundo, porque en tales circunstancias cualquier hombre requiere de la mujer para desempeñar lo mejor posible su trabajo.
En alguna ocasión, María Esther Zuno de Echeverría afirmó: “mi tarea ha sido la de sostener al hombre que ejerce el poder y eso que no se ve ni se sabe es lo más importante”, (“La Suerte de la Consorte”, de Sara Sefchovich).
Aunque a ella se le criticaba por folclórica (a todas se les ha criticado por algo), visto está que tenía muy claro cuál era su papel y la importancia de desempeñarlo acertadamente.
El problema es cuando cualquiera de los consortes olvida su papel y pretende sustituirse en el del otro. Porque no debemos perder de vista que hay mujeres muy destacadas en la política cuyos maridos mantienen una prudente distancia del quehacer de aquéllas, aunque lo común es que hasta ahora ese rol le ha correspondido a más mujeres que hombres.
Pero ejercer la actividad política sin la mujer, cuando se cuenta con ella, no es conveniente ni saludable, pues en la mayoría de los casos ella representa la templanza, mesura, prudencia, fortaleza y natural complemento en toda actividad del hombre.
Por eso, para Bill Clinton, fue determinante la presencia a su lado de una mujer como Hillary Rodham Clinton. En los momentos más conflictivos del Gobierno de Clinton, en los que su permanencia en la Casa Blanca se tambaleaba, hubiera sido suficiente conque Hillary se separara de él para que su suerte se sellara y cayera del Gobierno.
Sin embargo, el que su esposa permaneciera a su lado fue determinante para que el electorado no le diera la espalda a pesar de la encarnizada ofensiva de la prensa norteamericana y de aquellos como Kenneth Starr que querían ver a Bill mordiendo el polvo y fuera de la Presidencia.
La mujer juega un papel muy importante en toda actividad política, ya sea por sí misma o como esposa o compañera de quien está aspirando a/o detentando un cargo público.
De ahí que el mismo Clinton, cuando preparaba la campaña de su primera elección le dijo a un grupo de simpatizantes, defensores éstos de los derechos de los niños por los que también Hillary había trabajado mucho: “compre uno y llévese dos”, como una manera de explicar que ella tendría una participación activa en su administración en caso de ganar aquella elección.
En efecto así es. Cuando un hombre tiene la dicha de contar con el apoyo de una mujer inteligente, trabajadora, fuerte, sensible, con sentido del humor, en cualquier actividad política que emprenda lleva una ventaja, porque ella será capaz de conseguir para la causa tantos o más votos que los que él consiga.
Refiriéndose a lo dicho por la esposa de uno de los precandidatos al Gobierno de Coahuila, escuché decir hace días a una mujeres: “si ese hombre es como su mujer dice y por lo que de él platica, yo sí le doy mi voto”.
Por todo ello, creo que Felipe Calderón se equivoca cuando cree que le beneficia el ofertar que de llegar a la Presidencia él gobernaría solo.
Hace unos días leí que Rosario Robles sostuvo en una entrevista que “una mujer es un ser muy fuerte” y esa afirmación me hizo recordar esta frase que Eleanor Roosevelt solía repetir: “una mujer es como una bolsita de té. Uno nunca sabe lo resistente que es hasta que la mete en agua hirviendo”.
La política es pasión. Y yo no concibo esa pasión si no se actúa en ella acompañado de la mujer. Porque cuando el caldero está hirviendo requerimos su fortaleza para superar las duras pruebas que frecuentemente se enfrentan en política.