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Mujeres al poder/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

El comité nacional del PAN canceló en definitiva la posibilidad de que la señora Marta Elena García Gómez sea su candidata al Gobierno de Nayarit y en consecuencia ella renunció a su pretensión de reemplazar en ese cargo a su propio esposo, Antonio Echevarría. Éste fue elegido hace seis años, postulado por una coalición en que participó Acción Nacional y ya gobernador se afilió a ese partido, lo cual hizo también su esposa, hasta ese momento consagrada a las tareas que la tradición conservadora reserva a las mujeres, las del hogar. Presidenta del DIF, como otra tradición, ésta de carácter político, hace que sean las cónyuges de los mandatarios, la señora García Gómez cobró la popularidad que surge de ejercer la política asistencial, e impulsada por otros ejemplos, anunció su gana de gobernar directamente, cuando su marido terminara de hacerlo.

Pretendió reconstruir la coalición organizada seis años atrás, pero la situación había cambiado enteramente (entre otros factores por la militancia partidista que ella y su esposo escogieron). Eso y el estilo imperativo con que la señora emplazó a los partidos a tomar una decisión, redujeron a la nada la posibilidad de otra alianza.

Y luego el PAN decidió que su comité nacional escogería a quien postule a la gubernatura, para evitar que la presión que el gobernador puede ejercer sobre el comité estatal redundara en una designación impropia. Aun sin incorporar una prohibición así a sus estatutos (como de modo fallido intentó el PRD) privó en Acción Nacional la convicción de que es contrario a la democracia el que se genere poder desde el poder. Y que si fue repugnante que los gobernantes del antiguo régimen (aún vigente) designaran a sus favoritos para sucederlos, lo era en mayor medida propiciar el reemplazo entre cónyuges.

Todavía el partido Convergencia, ávido de candidaturas de cualquier índole, que le generen algunos votos, ha anunciado que puede postular a la señora Echevarría. Pero ella, por cálculo y por convicción sólo sería candidata si el PAN la apoya. Terminó así el tercer episodio de una serie en que esposas despiertas a la política por motivos conyugales pretendieron el año pasado suceder en su cargo a sus esposos.

Si bien la señora Marta Sahagún de Fox ha reiniciado un protagonismo que nunca abandonó por completo y acaso se prepara para ganar la candidatura a otro cargo de elección popular, sus aspiraciones presidenciales se vieron cortadas de tajo.

Está por completo eliminada la posibilidad de que su partido la postule, aunque no pueda decirse lo mismo de otras opciones políticas a las que fuera sensible la primera dama.

Dentro de Acción Nacional surgieron resistencias a las pretensiones de la antigua vocera presidencial. Por sólo citar dos ejemplos notorios, Francisco Barrio, líder de los diputados blanquiazules y Manuel Espino, que era entonces secretario general del PAN y ahora aspira a presidirlo, no se recataron para opinar con dureza respecto de las aspiraciones de la señora Fox.

Pero fue la publicación de la carta de renuncia de Alfonso Durazo a la secretaría particular de la Presidencia, denunciatoria de los empeños del propio Fox en esa dirección, la que frenó la tentativa de sucesión conyugal.

Por otras vías, semejante fue el desenlace del proyecto del matrimonio Sánchez Ramírez de gobernar durante doce años sucesivos a Tlaxcala. En este caso la pretensión se formalizó con la candidatura de la senadora María del Carmen Ramírez García, forzada por decisiones judiciales y a despecho del comité nacional de su partido.

La iniciativa de la legisladora, a la postre, no le permitió alcanzar su meta y lo que es peor, generó una crisis dentro del PRD tlaxcalteca y le hizo perder una gubernatura, la única que en el panorama electoral del año pasado hubiera podido estar a su alcance.

Las objeciones que en este espacio y en muchos otros, se formularon respecto de las pretensiones mencionadas no surgen, de modo alguno, de minusvaluación de las capacidades políticas de las mujeres.

Se refieren estrictamente al abuso consistente en aprovechar la fortuna política de los esposos en beneficio propio y sin aportar dotes o experiencia política específicas, como las que se requieren para la tarea gubernamental.

Es verdad que Marta Sahagún milita en el PAN desde hace una década y contendió por la presidencia municipal de Celaya. Pero no es verdad que haya aprendido las artes del Gobierno presidencial debido a su proximidad con quien las ejerce. Ese oficio no se incorpora por ósmosis a quien lo desee. Mujeres como Amalia García, actualmente la única gobernadora en el país, se han construido a sí mismas. No se aproximaron a la política como ocurrencia, viendo qué bonito es que lo reciban a una con flores y aplausos. La política reclama con frecuencia entrega a rudas tareas, como la que voluntariamente buscó otro ejemplo de mujer con empuje propio, María de los Ángeles Moreno. Encabezar, e intentar reconstruir al PRI en el Distrito Federal no es labor sencilla ni placentera. Diríamos, al contrario, que es prácticamente imposible.

Pero la comprensión cabal de la política conduce a comprobar que así como se reciben privilegios en su ejercicio, también han de afrontarse responsabilidades.

Las señoras Fox, Sánchez y Echevarría tienen a la mano el remedio contra la crítica a sus aspiraciones. Una vez concluido el periodo para el que sus esposos fueron elegidos, alejadas del poder emprendan de nuevo su propia búsqueda.

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