Durango

Nada esperan de la vida

Entre pobreza y necesidad han visto pasar la vida afuera de Catedral

La mano al aire pidiendo limosna no dice nada; nada más espera vivir de la caridad de la gente y seguir un día más en la ciudad. Afuera de Catedral, justo en la puerta de entrada, se sienta doña Tomasa Ramos, y a unos cuantos metros su esposo José Zamorano espera respuesta en el sol, sin movimiento.

Su esposo sufre de una embolia que lo ha tenido inmovilizado por más de seis años y vivir en esas condiciones a los 79 es difícil. Llegan todos los días a las diez de la mañana y se retiran a la una de la tarde para después hurgar en sus bolsillos buscando algo qué comer.

Afortunadamente, dice Tomasa, siempre encuentran aunque sea frijoles o alguna alma bondadosa que les regale alimento. Ya son más de 50 años de casados y ni la pobreza ni la enfermedad los han separa, sólo entristecido: ?Pero eso no mata, nada más duele?.

Tuvieron nueve hijos, de los cuales no reciben apoyo; ?si tuvieran dinero, sí lo harían. Están igual de pobres que nosotros?, aclara. Todos los días es una lucha constante para ellos; la gente del DIF quiere llevárselos y ellos se niegan: ?Tenemos una casa. ¿Para qué llevarnos??.

Mucha gente le ha dicho a Tomasa que se vaya, que en el DIF no van a sufrir de hambre y frío y que la enfermedad no los va a desgastar tanto, porque, aunado a la parálisis de su esposo, ella tiene diabetes y sufre de la presión arterial.

Tomasa en ocasiones recuerda a su amiga del mismo nombre, aquella que alguna vez hace ya muchos años les ofreció su casa cuando no tenían en dónde vivir. Así pasó el tiempo hasta que su amiga murió de un infarto; tuvieron que regresar a la calle y su esposo encontró trabajo en un rastro matando animales.

El tiempo pasó y se hicieron de una casa, luego los hijos y la pobreza, el abandono y la falta de cariño. Y otra vez regresar al lugar que les da vida y muerte a los ciudadanos... la calle.

A Tomasa le interesa poco lo que pase en su entorno, sólo quiere vivir un día más y no morir de repente en alguna acera; no tiene una cifra segura de percepciones, pues la limosna es una moneda al aire: ?Aquí viene uno a lo que le caiga, a la voluntad de mi padre Dios?.

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