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Ni tan pequeña...

El País

MADRID, ESPAÑA.- Las puertas del saloncito donde recibe la joven actriz todavía están cerradas, pero su risa -cuando no su carcajada- sonora y franca, un poco infantil, alcanza sin problemas la sala de espera. ¿Será posible que, además de guapa y lista, Natalie Portman, de 23 años, sea también simpática? Pues sí. Y, cuando las puertas se abren por fin sobre la reina Amidala de George Lucas, uno descubre que, además de todo, es sencilla: una melena al aire oscura y ondulada, nada de maquillaje, un jersey negro con cuello largo, vaqueros azules y zapatos grises y gastados. Nada más empezar la entrevista, se sienta a modo de Buda en el sofá art déco? y se echa a reír.

-¿Cuál es la última buena película que has visto?

-No he pasado mucho tiempo en Estados Unidos últimamente, así que no he visto mucho cine. Pero, de lo que vi, me gustó mucho Los Increíbles. Es muy divertida. También he visto, en la filmoteca en Israel, Lolita, de Kubrick. Preciosa. Es que, además, la Lolita de Nabokov es uno de mis libros preferidos.

Tiene gracia la respuesta cuando se sabe que, en 1997, la madre de Portman se negó a que su hija, con 16 años, actuara en la versión de Lolita que iba a dirigir Adrian Lyne.

Un veto decisivo en la carrera de la adolescente, que quería deshacerse, después de León, El Profesional, de Luc Besson (1994), y Beautiful Girls (1996), de Ted Demme, de su imagen de adolescente ingenua y supersexy, seductora de hombres maduros.

La infancia de Natalie Hershlag -Portman es un pseudónimo- es la de una niña mimada. Nació en Jerusalén en 1981, de una madre artista y un padre médico. Tres años después, la pareja se instaló con su hija única en Estados Unidos, primero en Washington y después en Nueva York.

?Yo fui una joven muy protegida. Date cuenta de que nunca (remarca) había andado sola por la calle antes de entrar en la universidad, a los 18 años. Siempre estaba con alguien, amigos o familia. Era como una niña. Un bebé?.

Un bebé con leyenda propia: a los diez años, un cazatalentos la descubre en una pizzería y le propone ser modelo. Ella sueña con bailar en un musical de Broadway. Finalmente, será actriz. Y, en vez de hacer de eterna jovencita, prefiere trabajar con Woody Allen (Todos Dicen I Love You), Tim Burton (Mars Attacks), George Lucas (Star Wars), Wayne Wang (A Cualquier otro Lugar) y Anthony Minghella (Cold Mountain).

En Broadway, finalmente no baila, pero actúa: en el papel principal de Diario de Ana Frank (1997). Vuelve al teatro en el año 2001, con La Gaviota de Anton Chéjov, a las órdenes de Mike Nichols, que es precisamente el director de Closer, la película que estrena ahora en el papel de una inquietante jovencita de excitante profesión que encaja en un cuadrilátero casual y amoroso que completan Jude Law, Julia Roberts y Clive Owen.

-En Closer ya no cabe duda: eres una actriz adulta interpretando a personajes adultos. ¿Cómo vives esta madurez?

El gran cambio que sentí entre mis años de juventud y ahora -y aunque sepa que todavía soy muy niña e inmadura en muchas cosas- es el de haber pasado de un estado de obediencia total al director al de alguien que quiere realmente cooperar, aportar ideas, opiniones, ser creativo. Evidentemente, eso lo dirá la mayoría de los actores. Pero, cuando empiezas a trabajar a los 12 años, cuando tienes tan poca influencia sobre lo que pasa, es un gran cambio. La universidad también ha sido importante para mí, porque allí exigen mucho de ti.

-Estuviste cuatro años en Harvard (Massachusetts), de donde saliste con un diploma de Psicología. ¿Por qué decidiste estudiar?

Era muy importante para mí, en parte porque, como te decía, yo era una joven muy protegida, entre mi familia y los rodajes, que también te mantienen en un estado de infancia perpetua. La universidad tampoco es la libertad total. Te imponen un ritmo de vida, siempre hay alguien para vigilar que no escondes drogas en tu cuarto (se ríe). Pero te da la oportunidad de desarrollar cosas personales, de encontrar tu voz propia. Eso es. Durante los cuatro años que pasé en Harvard, todo lo que hice fue intentar sacar y desarrollar mi voz propia. Una buena alternativa frente a la industria del cine estadounidense, que muchas veces resulta bastante superficial.

-¿Y porque elegiste psicología?

Las ciencias siempre han sido demasiado objetivas para mí. Y sabía que la psicología me ayudaría en mi trabajo de actriz, para construir a mis personajes.

-¿Cómo preparas tus trabajos de actriz? ¿Tomas cursos, pides consejos?

No pido muchos consejos a la gente, salvo al director. También depende mucho del tipo de películas. En general, intento aprender muchas cosas por mí misma. Una gran parte de mi trabajo está basado en la intuición y la imaginación, pero también leo mucho para conocer a fondo el entorno general de la historia. Para Cold Mountain, por ejemplo, que era una película histórica, leí libros sobre la Guerra de Secesión, la vida de las mujeres durante aquel periodo? Quería saber lo que hacían las mujeres cada día, lo que cocinaban, lo que cantaban incluso. Intento realmente hacerme la idea más completa posible de lo que es el personaje. Después, hay que dejar que las cosas fluyan por sí mismas, encerrarse en la habitación y no pensar ya en el personaje. Lo peor, a la hora de actuar, es ser demasiado consciente de lo que haces.

-Estos personajes que acabas conociendo tan bien, ¿te siguen fuera del plató, o separas trabajo y tu vida privada?

Me gusta separar las cosas, poder volver a lo mío tras el: ?¡Corten!?. Pero, a veces, las cosas pueden afectarte seis meses después del rodaje. Estás tan empapada del personaje que es muy difícil desprenderte de él. Eso pasa con películas como Closer. El tema de la traición amorosa es demasiado fuerte y profundo para poder quedarte fuera. Pero sí, en términos generales, intento separar trabajo y vida personal. Por eso, siempre me ha parecido muy raro lo de estas parejas, marido y mujer, que trabajan en la misma película. Deben de darse cuenta en cada momento de que el otro miente: ?¡Ése no eres tú!?. Cuando trabajo en un filme, necesito creer en mí misma y en los demás actores.

-¿Te gusta controlarlo todo?

Actuar exige que uno se deje manipular un poco. A mí me gusta controlar lo suficiente la situación para tener la libertad de abandonarme un poco, si lo juzgo oportuno. Pero para esto necesito estar en confianza. No voy a emborracharme si sé que nadie podrá ocuparse de mí en ese estado. Pues en el trabajo es lo mismo. No vas a correr riesgos si no tienes una confianza total en la gente que te rodea, si dudas de que te vayan a apoyar o ayudar con su talento.

-Antes has dicho que aun eres muy joven en muchas cosas. ¿Cuáles?

No sé si será inmadurez, pero todavía soy bastante ingenua y, de alguna manera, optimista. Pero a lo mejor tengo esta sensación porque todavía parezco muy joven. Cuando voy por la calle, me da la impresión de que la gente me ve como una chica de 15 ó 16 años. Y, cuando tienes esta percepción de la mirada de los otros, tu manera de comportarte también cambia. Hace poco, estaba en el aeropuerto de Londres y me preguntaron si viajaba acompañada? Eso quiere decir que pensaban que tenía menos de 16 años. ¡Si tengo 23!

-En Closer rodaste secuencias de desnudos, aunque en la versión final no aparezcan. ¿Es otra manera de reafirmarte como adulta?

No creo. Es sobre todo porque era necesario para la película.

-¿No te molestó?

(Bajando la voz). Pienso que siempre hay que hacer lo que parece apropiado para la película, con tal de que no afecte negativamente a tu vida personal.

-En este filme los personajes no hacen nada más que mentir. ¿Se puede vivir así?

La película muestra también cómo las mentiras pueden servir para crearse una identidad. Cómo alguien, al cambiar algo que le fue dado al nacer -como su apellido- puede, paradójicamente, contribuir a crearse una identidad. Closer trastorna la percepción de la verdad y de la mentira.

-Pero, aparte de Alice, tu personaje, los demás acaban siempre diciendo la verdad? ¿Eso sería la moral de la historia?

¡Será la tuya! Se dice que cuestiona el problema de la verdad: ¿es preciso decirla en una relación amorosa, o no? Tú piensas que, al final, no son tan horribles como parecen porque dicen la verdad. Pero, ¿estás seguro de que lo que define a una buena persona es que dice la verdad? Una buena persona, ¿no sería más bien alguien que no quiere herir a los demás, y en particular a la persona que quiere?

-¿Mentirías para proteger a alguien a quien quieres?

(Se queda perpleja). Es muy difícil establecer una regla así. Depende del contexto. Pero, claro, cada uno ha conocido situaciones en las que ha tenido que mentir para proteger a alguien. Mis amigos, por ejemplo, esconden las revistas donde aparecen chismes sobre mí (se ríe). De todos modos, no creo que la frontera entre verdad y mentira esté tan clara. Las emociones son tan difíciles de comprender, de definir, tan enigmáticas? Creo que hay que dejar espacio para la ambigüedad.

-Algo sobre lo que no miente es sobre su colaboración con la Fundación Internacional para la Asistencia a la Comunidad, que concede pequeños créditos a mujeres pobres en países en vías de desarrollo. Porque, aunque lo comente en voz baja y con cuidado -como todo lo que toca temas personales-, piensa que un artista no debería tener miedo a comprometerse, siempre que sepa de lo que habla.

Pero eso vale para todo el mundo. Claro, la opinión de un actor tiene más peso mediático, pero vivimos en democracia, y cada uno tiene el poder de ser político, primero votando. ¿No te gusta tal discurso? Pues, ¿quién te obliga a aceptarlo? Nadie.

-¿Te sientes a gusto con el presidente que tenéis ahora en EU?

Aunque muchos estén decepcionados, este Gobierno ha sido elegido con una mayoría indiscutible. Pero tal resultado no va conmigo y hay decisiones de esta administración con las que no estoy de acuerdo para nada. Pero, cuando alguien gana, debemos aceptarlo. Esto no impide que sigamos combatiendo.

-Y tú, ¿sigues combatiendo?

¡Eso espero!

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