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No habrá elecciones

Esteban Moctezuma

La prueba máxima de Vicente Fox no se logró en 2000 al “sacar al PRI de Los Pinos”. Ésa se dará en diciembre de 2006, al haber garantizado que quien entre a Los Pinos lo haga pacífica, legal y legítimamente. Pero todo apunta a que en el año 2006 no se realizará una elección para presidente de la República.

México ha entrado en una ruta política difícil de escapar. A un ambiente de polarización creciente, en donde lo menos con lo que la ciudadanía cuenta es con propuestas alternativas. “Sin ideas, no hay revolución”, decía J D Cockcroft.

Y así estamos, sin ideas para el cambio, sin ideas para la transición, sin ideas para la construcción de un México que nos haga sentir orgullosos y confiados en nuestro destino como nación. Lo que tenemos en cambio es la lucha descarnada por el poder político.

El candidato Fox ofreció a los electores “sacar al PRI de Los Pinos” pero después de varios años vemos que, en realidad, lo que logró sacar de Los Pinos fue a una nueva generación de políticos preparados, a veces criticados porque se atrevían a utilizar diversos conocimientos y herramientas técnicas para comprender fenómenos sociales y económicos de la realidad nacional e internacional. Esa nueva generación de políticos y administradores públicos había luchado contra el PRI tradicional y propuesto un “nuevo PRI”.

Por ello hay quien dice que Fox sacó de Los Pinos a quienes ya habían sacado al PRI de los Pinos, a ese PRI tradicional que había dejado de interesarse por los problemas cotidianos de las personas y se había convertido en una red de intereses políticos y económicos, sin proyecto de nación, ni de Estado.

Al romper con un sistema que se estaba modernizando en los hechos, no sólo se perdió el capital humano que México había construido con una inversión enorme de tiempo y recursos, no sólo se le abrió paso al PRI tradicional para recuperar terreno, sino que se acabó con el sistema de sucesión presidencial que, criticado o reconocido, había dado estabilidad política al país.

Lo preocupante no es la desaparición de ese sistema, ello era históricamente necesario, sino la falta de reemplazo. Estamos ante la falta de un nuevo arreglo para la conducción del proceso más complicado de cualquier sistema de poder: la sucesión.

Todas las fuerzas políticas, todos los factores reales de poder, todos los grupos organizados, la guerrilla, el crimen organizado y varios países del mundo, buscan conocer, proponer, influir y buscar que el nuevo acomodo del poder político se alinee con sus intereses o, cuando menos, que no se oponga frontalmente a ellos. Esta lucha, dentro de un cauce legal y político sólido, provoca grandes fricciones que finalmente son casi siempre superadas.

Hoy, en México, tenemos el marco legal pero no la conducción política sólida para contar con la tranquilidad de que pasaremos a salvo la prueba máxima del sexenio.

Para hacerlo, ante la falta de una clara conducción política del proceso de sucesión, la responsabilidad recae en todos los actores. Esto pone a prueba no sólo al Gobierno Federal sino a todos los factores reales de poder. El ambiente polarizado de México involuntariamente está colocando a la población en dos bandos: los están del lado de los pobres y los que están al lado de los ricos.

Pero esos bandos que no son representativos de las definiciones de fondo y de la lucha política real: los que desean continuar hacia la transición y los que buscan estacionarse en la alternancia. Los que quieren posicionar a México en la globalidad y quienes promueven proteccionismo. Los que quieren democratizar socialmente a México y quienes promueven el status quo. Los que urgen por el respeto al medio ambiente y quienes lo ignoran. Los que ven una crisis social por la pobreza y quienes ya se acostumbraron.

Todo nos indica que si México supera en paz la etapa previa a la votación presidencial en el próximo mes de julio de 2006, más que una elección tendremos un plebiscito.

¿A qué me refiero? A que por efecto de la polarización los votantes no van a elegir entre cinco o seis candidatos, sino a favor o en contra de uno. Habrá un importante grupo de mexicanos que votará por Andrés Manuel López Obrador porque lo convence su personalidad, sus palabras y su praxis. Pero el resto del voto no se va a repartir entre los demás partidos sino que buscará convertirse en un “voto útil” al definirse en contra de AMLO y por lo mismo a favor del candidato más próximo a éste, sin importar partido, propuesta o pasado.

No habrá, propiamente dicho, elecciones entre varios candidatos. Gane quien gane el plebiscito, México amanecerá aún más polarizado y dividido después de la elección que un día antes. No escribo esto para asustarte sino para que nos movamos todos en pro de acciones que busquen evitar una división insalvable.

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