La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena. Esta frasecita dulce y bondadosa, la escuché en un capítulo del programa El Chavo del Ocho, últimamente repetido en la televisión.
Este tema de los rencores y revanchismos tratados lúdicamente por Roberto Gómez Bolaños y compañía, me hizo recordar la explosión de sentimientos encontrados en la confrontación entre los dos grupos antagónicos del PAN municipal, por la designación para la candidatura a la alcaldía de Torreón. Y es que a unos días, las teorías que se intentan hilvanar para explicar el resultado, señalan que la revancha fue uno de los principales sentimientos que flotaban en el aire cerca de las seis de la tarde del domingo pasado en el casino del Club de Leones.
Las condiciones de los bandos al llegar el día resolutivo eran: por un lado, el de los triunfadores. La labor, esfuerzo de meses de trabajo y carretadas de dinero del ahora candidato José Ángel Pérez; agregando las cuotas cautivas de votos del santón Juan Antonio García Villa; más -y esta es la hipótesis más fuerte- la enorme soberbia de Guillermo Anaya y su grupo, dieron como resultado que Pérez se alzara con el triunfo.
En la esquina del derrotado De León, desde la postura con tufo de arrogancia, aunque brillante en su discurso del presentador y también diputado local Luis Salazar Fernández y la sobrada actitud y desdén ante los rivales, pudieron ser la causa del descalabro interno y el intento de conservar el poder en unas cuantas manos se esfumara.
Así las cosas y con una considerable diferencia, el grupo garciavillista pudo en parte en una semana poder devolverle el golpe a la gente de Zermeño por la “paliza” recibida en la selección a candidato a gobernador. Qué bonita es la revancha, reza un canto popular y el destino les dio el gusto a los perdedores de una elección apenas siete días después. Y aunque el conflicto real es entre Zermeño y García Villa, el segundo, se dice, ganó perdiendo.
Porque sólo un fenómeno como el que ocurrió con Fox en 2000, podría arrebatarle el triunfo al PRI por la gubernatura y si Zermeño, que es el mejor cuadro electoral que sin duda tiene el PAN en el estado, tiene un reto complicado, una candidatura de García Villa hubiera convertido en un día de campo para Humberto Moreira su camino hacia el Palacio Rosa.
En cambio, la Presidencia Municipal de Torreón ya la tienen al alcance de su mano. La decorosa gestión de Anaya -nadie sabe para quién trabaja- deja al PAN con muchas posibilidades de repetir. Lo que para efectos reales, gana más en apariencia quien controla la candidatura a Torreón que la de Coahuila, de ahí que García fuera más afortunado.
Habrá que esperar lo que suceda el último domingo del mes entrante, sin embargo, dentro de las paredes azules, los rencores siguen latentes y existe la posibilidad que el PAN intente definir a sus candidatos a la senaduría en noviembre y entonces vendrá otro enfrentamiento, donde más que el triunfo, la sed de revancha estará de nueva cuenta flotando en el ambiente, mientras tanto en el PRI, actuarán en su añejo sistema para repartirse los “huesotes” que se aproximan para 2006.