No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla, reza el refrán popular. Pues bien, para Enrique Martínez y Martínez y para el profesor Humberto Moreira Valdés, esa fecha llegó ayer. Martínez deja la silla y el profe la asume, al primero se le acaba el elixir que el poder les da a los políticos y el segundo comienza a disfrutarlo, es el ciclo de la vida política, nada es para siempre.
Ayer rindió protesta el saltillense Moreira como mandamás en el estado. Llega al poder pregonando que es el gobernante que con más votos ha ganado una elección, lo cual es cierto, nadie puede negar que él ganó las elecciones y que Coahuila es de mayoría priista, aunque los propios tricolores con ventaja clara ante el electorado, no puedan aguantarse las ganas de proceder con sus mañas de siempre, aun así, su triunfo electoral es inobjetable. No hay que olvidar tampoco que es también el gobernador triunfante que ha sufrido una clara derrota en Torreón, lo que lo invita a redoblar esfuerzos por el bien de esta parte del estado, cuya población se expresó en las urnas de manera clara.
Los cambios siempre generan expectativas y por supuesto que esto las genera, pero ¿qué se puede esperar del nuevo Gobierno? Creo firmemente que a diferencia del anterior, Moreira tendrá más sentido social, ¿significa que Martínez no lo tuviera? Por supuesto que lo tenía, pero no tiene la misma perspectiva una persona que jamás ha vivido la estrechez económica al que la tiene por la experiencia, por ello creo que el criterio de Moreira será más “aterrizado” al que aceptablemente aportó Martínez. Creo también que Humberto Moreira posee una cualidad que digamos no era la parte fuerte de su predecesor inmediato: humildad. Estas dos características pueden ayudar a que en este sentido el nuevo gobernador pueda superar al anterior.
Pero no todo es miel sobre hojuelas, el profesor Humberto Moreira, no llegó a la candidatura por el voto de la gente como dice. Formalmente tiene razón, materialmente resulta inexacto; él llegó a la candidatura de su partido porque así lo quiso el propio Martínez, sin duda, pero el profesor naturalmente hizo su parte “a Dios rogando y con el mazo dando” y el profe basado en su gran carisma y liderando el Gobierno municipal en la capital del estado, generó una perspectiva muy favorable para su persona, alcanzó el claro triunfo en todas las arenas, aun cuando tuvo rivales muy competitivos.
Sin embargo, también se vislumbran carencias en el grupo del relevo. Con el nombramiento del nuevo Gabinete, el profe acusó su estilo de la vieja política –aunque él es joven- pagó con cargos favores políticos y juega sus fichas en una perspectiva eminentemente política, no práctica, pues nadie niega que Eduardo Olmos sea un político que ha hecho ya su nombre y que los más de 90 mil votos que obtuvo en Torreón son muy meritorios por las circunstancias en que compitió, pero de eso a ser secretario de Urbanismo y Obras Públicas, como que no es lógico. Lo mismo sucede con el nombramiento de Salomón Juan Marcos, pues él como secretario y su hijo siendo diputado plurinominal, como que tampoco tiene sentido.
Inicia un nuevo ciclo y como tal lo que se recomienda siempre es la esperanza, esperemos pues entonces que el joven gobernador empiece este camino de seis años, encabezando un trabajo que haga que Coahuila sea mejor en 2011 que lo que es ahora.
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