Agustín Cabral Martell
Protección a los animales
Los hombres no tienen justificación moral, científica, religiosa o de otro tipo, para maltratar, abusar, destruir o para permitir cualquier forma de crueldad con los animales, quienes ante los adelantos tecnológicos se han convertido en seres indefensos. Sin embargo, algunos de esos seres indefensos han aprendido (de acuerdo a su naturaleza) a aceptar, tolerar, servir y querer a los hombres tal y como son, cosa que la humanidad con todo y sus adelantos no ha sido capaz, en ocasiones, ni de intentar.
En el mundo actual imperan la injusticia, la miseria, las guerras, la crueldad y ante todo el escepticis-mo del hombre hacia sus semejantes. Por ello se dice que es frívolo defender a los animales. Pero es precisamente en medio de las dificultades cuando está presente el reto de determinar si como humanos se tiene la capacidad moral e intelectual necesaria para desempeñar ante la naturaleza la enorme labor de ser humildes y respetuosos hacia toda manifestación de vida.
El reto nació con la era moderna de la humanidad y cada día son más las personas que lo asumen en todo el mundo. Sin embargo, es urgente tomar el reto, porque la naturaleza esta cobrando a todos, inocentes y culpables por los abusos cometidos contra la vida, y la crueldad contra los animales es un crimen contra la vida.
Garantizar el respeto hacia los animales no implica sacrificio para la humanidad; sólo es necesario que el hombre deje de ser una amenaza para la vida de otras especies. y eso se hace una vez que se decide.
No hay que preocuparse por aquellos hombres que se declaren perjudicados con esto, porque son muy pocos e ignorantes.
La naturaleza envía señales que indican lo mal que los hombres han actuado perjudicando a otros seres vivos. Es importante efectuar un cambio de conceptos y conducta. Cambio que se realice ordenadamente, respetando la normatividad. De ahí la necesidad de una efectiva Ley para la protección de animales.
El respeto que se debe tener por los animales se volcará hacia los semejantes y viceversa. Lo que se de a la naturaleza es lo que ella devolverá.
Los padres de familia están obligados a inculcar en sus hijos un gran respeto y amor por toda manifestación de vida. El amor es el gran inhibidor de la violencia.
Un hombre que presencia el sufrimiento, el dolor y muerte de un animal y que con ello se divierte o se muestra indiferente, es un hombre que lo reconozca o no, padece una gran carencia existencial que no ha podido resolver.
En adelante hay que fijarse mejor en las personas que son respetuosas con los animales; Se podrá darse cuenta de que son personas que de alguna manera se las arreglan para estar contentas consigo mismas. Ése es uno de los grandes ideales que una persona puede lograr en su existencia.
Así pues, si de verdad se quiere ser amable, es necesario serlo también con los animales indefensos.
A los animales se les niega capacidad para sentir dolor, la verdad es que sienten el dolor igual que cualquier persona, si no fuera así, los animales serian superiores y gobernarían a los humanos.
Debe haber un equilibrio entre el hombre y la naturaleza, y en ello el amor por los animales, juega un papel esencial.
En este tiempo, cuando reina la violencia, la destrucción y el escepticismo, hace falta fomentar y apoyar el amor hacia el mundo que nos rodea.
La normatividad debe comprender el amor por todos los animales, plasmado en una Ley que intente elevar la cultura hacia la vida animal.
Con ello se pretende buscar un mundo mejor para todos, donde el ejercicio de la libertad y valores indique que se merece el calificativo de persona humana, que ante la naturaleza y sus reglas, algunos hombres ya perdieron.
Esta reflexión sobre el cuidado a los animales indica también la necesidad, no sólo de normar esta conducta bajo el punto de vista jurídico, sino además ético, como ya se está contemplando dentro de los estudios serios sobre la Bioética aplicada a la vida animal.