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Norte y Sur / Cuentos entre el humor y el desencanto

Salvador Barros

NO APTO PARA ESTÚPIDOS

En la década pasada, el escritor británico Tibor Fischer se posicionó rápidamente en el selecto grupo de los narradores más brillantes de su generación, junto a Hanif Kureishi y Kazuo Ishiguro. Nacido en 1959 e hijo de padres húngaros, apenas salido de Cambridge, publicó Bajo el Trasero del Sapo, la estupenda novela que la crítica aplaudió y los lectores festejaron. Galardonada con el Booker Prize, se trata de una divertidísima comedia negra acerca de los reveses de la vida cotidiana en la Hungría de la era comunista; una especie de contrapartida de los relatos checos de Milan Kundera. Dos años después, publicó Filosofía a Mano Armada (1994), texto en el que consolida su estilo y le da un giro amargo a la comicidad del relato anterior: la unión de filosofía y delito es el centro de una reflexión sobre el fraude de los altos espacios de conocimiento y enseñanza, así como una burla frontal al circuito intelectual contemporáneo. El Coleccionista de Coleccionistas (1997), tomando en sorna el realismo sucio, recrea un mundo de sensaciones bizarras y turbias perspectivas acerca de las clases privilegiadas en un tono no exento de humor negro.

La literatura de Fischer, poco a poco, fue deslizándose del humor festivo e irreverente a la gracia y al ingenio que se ríe de la ingenuidad de una sociedad atravesada por consignas falaces y estilos de vida artificiales. Si en su primera novela se burlaba de la alienación y el ridículo de un régimen totalitario, en No Apto Para Estúpidos, cuentos escritos a lo largo de la década de 1990, se regodea, con pesimismo y explícitamente, en el absurdo de las clases medias inglesas, extendiendo el punto de vista crítico hacia la civilización del consumo en el fin de siglo, en una Europa que no deja espacio para los perdedores. Porque el común denominador de estos excelentes relatos es la tipología de sus protagonistas: seres en tránsito, afectados por sus propias fantasías de felicidad y bienestar, golpeados por la mala suerte o el rechazo, sumergidos en una crisis de identidad y cuya supervivencia es ambigua y por momentos atroz.

Si bien pueden leerse los cuentos como variaciones sobre una misma temática, el vacío y la superficialidad de la vida, Fischer los singulariza a partir de las peripecias psicológicas que los protagonistas padecen en el momento previo a la caída. Sorprende gratamente la ductilidad de una prosa que combina con eficacia el absurdo con un toque de surrealismo, la ironía sagaz con el detalle ácido. Pero es la perspectiva del narrador lo que establece la modalidad humorística de No Apto Para Estúpidos; por muy cruel que sea la victimización de los personajes, siempre será risible su inconsciencia de estar al margen de sus propias ambiciones, de sus esforzadas apariencias.

En Retrato del Artista Como Asesino Furibundo, además de las reminiscencias literarias del título regresa al tema de El Coleccionista de Coleccionistas. El protagonista, John Genio, busca una nueva forma de arte en el que se combinen la mentira, la malicia y la burla a los convencionalismos, para finalmente ceder a las presiones del mercado. En Y Luego Van y te Dicen que Estás Borracho, el abogado Guy se inmiscuye en los distintos entuertos delictivos que atiende el buffet de abogados donde trabaja. Guy se desliza en el filo de la navaja de la ley y el crimen.

El Tragalibros enfoca el nonsense de la lectura indiscriminada de un obsesivo, en un relato que mezcla la locura urbana con la extravagancia de sustituir la vida por las letras.

El humor delirante y veloz de Nos Comimos al Chef presenta a su protagonista, Jim, joven especialista en informática, en un prolongado tour de force por el cual sus vacaciones se convierten en un infierno. Si bien éste es el relato en que mejor se tematiza la angustia del fin de siglo pasado, el cuento más logrado del libro es Me Gusta que me Maten. Miranda quiere ganarse la vida como humorista profesional en teatro y televisión, pero su estilo exasperado y su humor chispeante no alcanzan para contrarrestar la abrumadora intromisión de su familia en sus propósitos de éxito. Su vida personal es un cúmulo de frustraciones que, no obstante, logra convertir en sustento para sus divertidos monólogos en pubs (tabernas) de mala muerte: "¿Había algo bueno en el mundo?, se preguntó Miranda. Mal había a más no poder, pero una siempre le buscaba la otra cara. Por horrible, por inútil, por difícil de encontrar que resultara a diario, el bien existía". Me Gusta que me Maten es la síntesis de los demás relatos y la clave de todo el libro.

En No Apto Para Estúpidos, el humor negro y delirante, característico de Fischer, deja paso al interés por el artificio del lenguaje, por la reconstrucción de personajes inconscientes de su propia marginalidad y por la burla casi intelectual a la mentalidad del confort y del consumo. Sin embargo, permanece intacto ese punto de inflexión entre lo risible y lo terrible que permite que la dosis de acidez del humor fischeriano se inscriba en una interpretación desencantada y pesimista del mundo contemporáneo.

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