El de Omar Pimentel es un caso muy significativo. Es el nuevo jefe de la Policía en Nuevo Laredo, Tamaulipas, esa suerte de capital binacional de la lucha contra el crimen organizado, o la ciudad que evidencia quién realmente está ganando la batalla. En esa frontera, a tan sólo unos kilómetros Acuña, en territorio coahuilense, diferentes bandas de narcotraficantes se disputan el territorio... y a estas alturas, los ciudadanos lo único que quieren es que uno de los bandos por fin gane y regrese la normalidad. Se da por descontado cualquier beneficio real del operativo México Seguro, ya que con todo y la sobrepresencia policial -de todos los niveles- se registra un homicidio cada 30 horas.
Omar Pimentel es un jefe policiaco realista. No tiene ningún empacho en precisar que no quiere ser “el héroe de la película” y que si llega a recibir una amenaza, en ese instante renunciará, “sin pensarlo un solo segundo”. Su vida y la de su familia, afirma, es primero y no va hacer nada que lo ponga en peligro. Su antecesor, Alejandro Domínguez, fue ejecutado el mismo día que tomó posesión, y además, en lo que va del año, han asesinado a 15 elementos de la corporación, el último, precisamente dos días después de que Omar Pimentel tomó las riendas “simbólicas” de la seguridad pública en Nuevo Laredo.
Ya el gobernador de Guerrero, Zeferino Torreblanca, lo había señalado con mucha entereza: “yo no puedo contra el narco”, lo que le valió fuertes críticas, sobre todo de quienes desde el Distrito Federal aseguran que ninguna autoridad puede eludir su responsabilidad en la lucha contra la delincuencia. Ahora, estas mismas voces tendrán que reconsiderar a la luz de la postura asumida por Pimentel. Simplemente no es lo mismo y para evaluar con justicia al nuevo jefe policiaco, habría que ir a vivir, con la familia, a un lugar donde bandas rivales de narcotraficantes se disputan el territorio, salpican de sangre las calles e intercambian durante largos minutos disparos de grueso calibre, incluso de bazucas, sin que nadie los moleste.
El escenario que dibuja con su postura el jefe policiaco de Nuevo Laredo, es el del México real, en donde las autoridades -en los hechos- no saben, no pueden o no quieren, frenar una oleada delictiva sin precedentes y que condiciona la vida misma en muchas ciudades de la República.