(Primera parte)
No es raro que de vez en cuando las personas nos sintamos con poco ánimo al despertar por las mañanas, con una baja de energía y ciertos sentimientos de tristeza o de nostalgia, que tienden a ensombrecer nuestro día, o que pueden durar algunas horas. Es común usar en esos casos el término de sentirse deprimido o ?agüitado?; cuando en realidad se trata de un estado de ánimo con características de tristeza, pero pasajero y que de ninguna manera se le podría considerar como una depresión o un trastorno del estado del ánimo. Estados de ánimo de este tipo pueden depender de muchas circunstancias biológicas, psicológicas, ambientales, sociales, etc., a las que estamos sujetos todos los seres humanos a lo largo de nuestra existencia, y que de ninguna manera podríamos considerar como una enfermedad.
Sin embargo, cuando un estado de ánimo semejante se prolonga por muchos días, semanas e inclusive meses y años, definitivamente tenemos que pensar que se trata de una situación patológica y de una ruptura en el equilibrio de la salud mental de ese individuo.
La tristeza se asocia además al llanto involuntario y frecuente, así como a sentimientos intensos de nostalgia, pérdida, abandono, desesperanza y culpa. Se acompaña asimismo de una baja importante de la energía, del interés y del gusto por la vida, con una gran sensación de apatía y dificultad para llevar a cabo y disfrutar las actividades cotidianas, inclusive hasta el hecho mismo de levantarse, abandonar el lecho y prepararse para enfrentar el día y sus rutinas. Se pierde el gusto y el interés por el cuidado de sí mismo, lo que naturalmente trae como consecuencia una autoimagen negativa o deteriorada y con baja autoestima.
A este cuadro clínico, se le añade la dificultad para dormir y descansar adecuadamente por las noches, aunque por otro lado, también puede suceder lo contrario, en casos en que las personas debido a tales estados de ánimo tiendan a dormir muchas más horas de lo acostumbrado y se encuentren en un estado continuo de somnolencia. Igualmente, su apetito puede variar desde desaparecer por completo, sin deseos de comer e incluso llegar a perder varios kilos en un periodo de tiempo corto, o por lo contrario, aquellos sujetos que debido a este trastorno, tienen a comer con mayor frecuencia y a aumentar de peso. La tristeza, la desesperación, la culpa y la desesperanza en ellos puede llegar a extremos tan marcados, que tiendan a presentar pensamientos relacionados con la muerte, en que crean que sería mejor morir a estarse sintiendo en esa forma, así como el deseo para dejar de ser un problema o una carga para sus familiares. En ocasiones se trata exclusivamente de ideas pasajeras o de pensamientos velados sobre la posibilidad de morir, o inclusive de pedirle a Dios que los recoja con alguna enfermedad. Pero en otros casos, muchos individuos llegan a tomar una actitud más activa y agresiva respecto a la muerte, hasta el grado de hacer planes para suicidarse por medio de diferentes métodos que contemplan, e inclusive llegar a hacer intentos para lograrlo.
Lo dramático de semejante situación, es que muchos de estos individuos llegan a completar sus planes de suicidio y logran sus deseos en tales intentos. Generalmente, los suicidas han estado mandando señales y mensajes alusivos en forma más velada e inconsciente al principio de su padecimiento, pero en estilo más abierto y contundente conforme pasa el tiempo. A veces sus familiares o las personas a su alrededor llegan a captar y descifrar tales mensajes, de manera que buscan diferentes métodos de ayudarlo o de canalizarlo a recibir el tratamiento profesional adecuado. En otras ocasiones, su círculo no lo llega a comprender ni a captar sus intenciones, de modo que en su sordera y ceguera, tales mensajes pasan desapercibidos y el desenlace se torna sumamente dramático, con consecuencias importantes para la familia, para sus amistades y allegados, para el ambiente social en el que se desarrollaba, y para la sociedad en general.
Este cuadro clínico que se ha descrito en la columna de hoy, caracterizado por tales síntomas, que pueden durar desde unas cuantas semanas hasta meses y años, es lo que en el área de la salud mental conocemos bajo el nombre de depresiones o de trastornos del estado de ánimo o trastornos depresivos. Se pueden presentar en forma de uno o varios episodios de cuando menos dos semanas de duración cada uno con tales características, a lo que se le llama depresión mayor, o pueden presentarse en forma continua y prolongada de cuando menos dos años de duración, y se les denomina trastorno distímico. En ciertas personas, los episodios depresivos pueden alternarse con episodios de tipo maniaco, en los que el sujeto presenta un estado de ánimo completamente opuesto al depresivo, ya que se siente superior, con ideas de grandiosidad, euforia y un nivel excesivo de energía que lo hace involucrarse en múltiples actividades de todo tipo, con proyectos exagerados de tipo financiero, laboral, amoroso, sexual, etc. que pueden terminar en consecuencias dolorosas y difíciles para él o ella. La alternativa de este tipo de periodos depresivos y maniacos, se conoce como trastorno bipolar.
Los tres tipos principales de padecimientos depresivos ocupan en la actualidad un lugar preponderante en la frecuencia con que se presentan en todo el mundo, lo que los ha convertido en la mayor amenaza y el enemigo número uno para nuestra salud mental y definitivamente en un serio problema de salud pública, puesto que influyen en forma importante en los niveles de relaciones familiares, sociales, laborales y económicas en nuestra sociedad. El hecho que estos padecimientos ocupen el primer lugar dentro de las estadísticas mundiales, como la enfermedad más común en el área de la salud mental, compitiendo inclusive en frecuencia con padecimientos de tipo cardiológico, metabólico o cancerígeno, se ha convertido en un motivo de preocupación para la Asociación Mundial de Psiquiatría, así como para las diferentes asociaciones psiquiátricas asociadas a ella, incluida naturalmente la Asociación Psiquiátrica Mexicana. PSILAC, como capítulo de ella en esta Región Lagunera, nos añadimos al esfuerzo que despliega cada año, para promocionar la Semana Nacional de la Depresión en México, que se lleva a cabo precisamente esta semana, del tres al nueve de octubre. (Continuará).