(Tercera parte)
A pesar de que el diagnóstico de una ?depresión?, aparentemente se puede convertir en una tarea fácil y hasta muy común entre el público no profesional, o el paciente mismo que la sufre, la realidad es que para llegar al diagnóstico específico de alguno de los trastornos depresivos que se mencionaron en las columnas anteriores, se requiere de una muy minuciosa y completa valoración psiquiátrica. Debido a que los factores causantes de dichos trastornos son múltiples y variados como también ya se mencionó antes, que pueden ser del tipo genético, neurofisiológico, psicológico, familiar y sociocultural, ello exige una detallada y amplia recopilación de una gran variedad de datos que tienen que ver con las diferentes experiencias en la vida de cada sujeto, tanto de tipo individual y personal, como en lo que respecta a sus antecedentes familiares, así como los del ambiente en que se ha desenvuelto en general, a través de las diversas etapas de su desarrollo. Una valoración psiquiátrica adecuada consiste precisamente en ese tipo de recopilación de información, de manera que el profesionista pueda llegar no sólo al diagnóstico de la variedad de trastorno depresivo de que se trate, sino también a sus raíces y orígenes en las diferentes áreas mencionadas. A la vez, como sucede en un gran número de casos, la presencia de un trastorno depresivo generalmente se acompaña también de otros trastornos psiquiátricos asociados, que igualmente es indispensable diagnosticar para luego combatir a través de un programa de tratamiento adecuado. Asimismo, en muchos casos, la situación puede complicarse aún más, cuando el paciente presenta algún otro tipo de trastorno físico añadido, que está siendo tratado ya sea por su médico familiar o algún otro especialista. Inclusive hay casos en los que tal padecimiento físico no ha sido diagnosticado todavía, ni tampoco atendido, y por lo mismo requiere de la valoración y del tratamiento adecuado por otro especialista en el área específica, sea de tipo endocrinológico, neurológico, cardiológico, respiratorio, renal, ginecológico, etc. Además, hay que tomar en cuenta que ciertos padecimientos en dichas áreas, pueden presentar reacciones depresivas o presentarse abiertamente como si se tratara de un trastorno depresivo.
Es ése precisamente el objetivo principal de una valoración psiquiátrica completa, el lograr llegar al diagnóstico de los diferentes trastornos psiquiátricos que el sujeto presente, de manera que el terapeuta pueda obtener un mejor conocimiento y comprensión del paciente como ser humano frente a sus circunstancias, tanto desde el punto de vista biológico, como psicológico y sociocultural. En esa forma, será posible valorar y entender más adecuadamente sus antecedentes, su ambiente sociocultural, así como el tipo de experiencias al que ha estado expuesto durante su desarrollo, y la forma en que éstas han influido con respecto a su padecimiento. A pesar de que en un momento dado pueden existir tres individuos con el mismo diagnóstico de distimia por ejemplo, en el que todos ellos presenten síntomas semejantes, la realidad es que cada uno tendrá características específicas, que lo harán sumamente diferente de los otros. Hay que tomar en cuenta que tales experiencias y circunstancias han sido diferentes para cada caso, lo que precisamente lo distingue de los demás y le confiere esa cualidad única y personal de su individualidad. La realidad radica entonces, en que no obstante que se diagnostique el mismo padecimiento, ningún ser humano es igual a otro. Por lo mismo, el programa de tratamiento que se siga, también deberá ser diferente y tendrá que ser planeado de acuerdo a las necesidades y características específicas de cada paciente.
Al mencionar la importancia de las áreas biológica, psicológica y sociocultural en el origen de los padecimientos depresivos, es necesario que para el tratamiento de los mismos, se tome en cuenta a cada una de ellas, para seleccionar el uso de los métodos terapéuticos que tenemos a la mano en la actualidad. En los años cincuentas del siglo pasado, surgió una gran variedad de medicamentos con efectos antidepresivos importantes, que desde entonces se han utilizado exitosamente en este tipo pacientes. Fue así como los psicofármacos denominados tricíclicos por su estructura química del tipo de la imipramina, la amitriptilina y la clorimipramina principalmente, al igual que otros como los que por su acción, fueron llamados inhibidores de la monoaminooxidasa, tuvieron un gran auge durante varias décadas, y en la actualidad su uso aún tiene resultados favorables y sigue siendo válido. Posteriormente surgió una nueva generación de antidepresivos, que se han puesto muy de moda en las últimas décadas, debido a sus acciones enfocadas en forma directa hacia los diferentes neurotransmisores que se cree juegan un papel muy importante en el origen biológico de los trastornos depresivos, tales como la serotonina, la norepinefrina, la dopamina, etc. Estos medicamentos han proliferado en forma importante en el mercado, ya que su uso ha probado ser efectivo no sólo en los síntomas depresivos, sino también en algunos de los diferentes trastornos de ansiedad, que suelen asociarse a los depresivos. Es así como contamos en nuestro repertorio con psicofármacos del tipo de la fluoxetina, uno de los primeros en el mercado, la fluvoxamina, la paroxetina, la sertralina, la venlafaxina, y otros tantos más recientes y que siguen siendo valorados en cuanto a su eficacia, sus resultados, así como sus efectos secundarios. Es importante entonces, enfatizar que en la actualidad, los medicamentos antidepresivos son la primera opción para el tratamiento y la recuperación de los pacientes que padecen alguno de estos trastornos depresivos, asociados a los otros métodos de tratamiento que se mencionarán en seguida. (Continuará).
