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Nuestra Salud Mental / Puentes a cruzar en San Francisco

Dr. Víctor Albores

(Septuagésima tercera parte)

En el mundo escolar mexicano, definitivamente existen maestros y maestras que se distinguen por sus altas dotes de calidad, de entrega, de humanismo y dinamismo, y que han hecho de la docencia un estilo de vida ejemplar al que se dedican de lleno, modelo que sirve de guía para sus estudiantes, para sus colegas e inclusive para los padres de sus alumnos. Son todavía ellos quienes sienten y mantienen la responsabilidad y el deseo de formar a sus estudiantes en el mejor estilo posible, porque también consideran que las escuelas representan el segundo hogar y la segunda familia para los niños y los adolescentes que se desarrollan en las aulas. En ellas tratan de guiarlos, de facilitar y estimular su desarrollo, e inclusive de ayudarlos a corregir sus errores, a modificar sus patrones de conducta cuando son disfuncionales y a compensar tantísimas de las carencias que llega arrastrando desde sus hogares y sus familias. Se trata de personas forjadas en la lucha del magisterio, que para muchos de nosotros se han convertido en personajes de nuestra historia escolar, que nos sirvieron como ejemplos a seguir, y a quienes todavía recordamos con cariño y admiración, porque siguen manteniendo un lugar especial en nuestras memorias. Pero afortunadamente, en muchísimas instituciones educativas del presente, existen todavía este tipo de personajes dedicados verdaderamente a la docencia, a pesar de los múltiples obstáculos y limitaciones que tienen que enfrentar diariamente.

Por otro lado, con ese humor negro y sabroso que le caracteriza, me comentaba un amigo cercano que pertenece al gremio, y que por lo mismo ha aprendido algunas cosillas a propósito del ambiente que se respira en el sistema escolar. Él afirma que al cabo de los años, muchas de nuestras instituciones educativas se han convertido en verdaderos zoológicos humanos. En tantos de ellos, prolifera una maravillosa, variada y bastante selecta fauna, que los recorre de orilla a orilla diariamente, entre coyotes, lobos, avestruces, leones y leonas, hienas, serpientes no venenosas que sólo se retuercen y aprietan, pero también las que son tóxicas y mortales, zopilotes, tortugas, camellos, hipopótamos, gorilas y en fin, toda clase de animales que a decir de mi amigo jamás habríamos imaginado pudieran poblar nuestras escuelas. Es ese mundo diurno, vespertino o nocturno en el que se mueven y desarrollan nuestros hijos, en el que pueden llegar a aprender tanto de zoología y biología, como de las ciencias humanas en general.

Pero en este mismo mundo, el que comparten a su vez aquellos docentes que tienen dificultades constantes para presentarse a sus clases, debido a todo tipo de extrañas enfermedades, muertes de familiares que se repiten una y otra vez, así como otro sinnúmero de justificaciones y pretextos que obstaculizan el desarrollo de su relación personal con los alumnos, así como la terminación de cualquier programa académico. Igualmente famosos son los maestros o maestras ?barco?, los que con gran frecuencia se convierten en ?transatlánticos?, llamados así por la facilidad con la que suelen transportar y hacer surcar los mares a sus alumnos, hasta entregarlos sanos y salvos a la otra orilla, gracias a su generosidad y desprendimiento en repartir calificaciones excelentes en todas direcciones.

Ampliamente conocidos aunque sólo sea por su pseudónimo profesional como ?ingenieros del aire? o ?aviadores?, pero completamente desconocidos para los demás funcionarios y maestros de la escuela correspondiente, también merodean por ahí estos ?agentes de la docencia?, los que tienden a coleccionar múltiples nombramientos y puestos de tiempo completo en diversas instituciones, pero siempre en calidad de incógnito. La única ocasión en que se les puede ver, es cuando se presentan fervorosamente cada quincena para cobrar un cheque por servicios docentes que jamás han prestado, ni prestarán.

También como miembros de este repertorio tan contradictorio, contamos con aquellos individuos que aceptan o incluso exigen de sus alumnos el ?regalito? adecuado, tras la señal esperada en los momentos también adecuados y precisos, ya sea que se trate de dinero o de diferentes tipos de objetos materiales, pero que en ocasiones pueden llegar hasta el besito, la ?mordida?, el ?faje? o inclusive el ?acostón?. Semejante regalo suele ser el precio para obtener un examen que no ha sido publicado todavía, para justificar y borrar las faltas del semestre, para ganar calificaciones de pase o inclusive para una mención honorífica. Por supuesto que en muchas ocasiones, así puede conseguirse también el certificado final de cursos o de carrera, un certificado pirata pero ?válido?, porque al fin y al cabo lo pirata está de moda en nuestros tiempos. Un certificado que obviamente tendrá un precio mucho más alto en estos mercados de la educación, dependiendo del maestro o del funcionario adecuado, del tipo y del estilo de la institución de que se trate, así como de la imagen y el estatus socioeconómico de la familia a la que pertenezca el estudiante.

A pesar de las exclamaciones, las quejas o el ruido que comentarios semejantes puedan provocar en los lectores ávidos y serios, la realidad es que tales fieras existen y exhalan pasiones salvajes y primitivas que seguiremos llamando corrupción. Definitivamente no creo que un zoológico tan completo y de características semejantes como lo señala mi amigo, esté presente en todas las instituciones educativas de nuestro país. El porcentaje variará en cada una de ellas como ya se ha mencionado anteriormente, de acuerdo a un gran número de factores de diferentes tipos que determinan precisamente su ubicación en algún espacio a lo largo de esa línea imaginaria. Desgraciadamente, la existencia de dichos zoológicos y las pasiones que ahí se desbordan, no es algo que se pueda registrar exclusivamente como un chisme o invento de mi amigo, como una leyenda, una fábula o un cuento dominical para nuestro entretenimiento, a pesar de que sí es algo que definitivamente forma parte de lo que llamamos nuestras raíces, nuestra herencia, nuestro folklore, o de nuestras tradiciones, dentro de un sistema educativo que así se ha ido forjando y construyendo a través de los años. Se trata de una realidad dolorosa y vergonzosa, de la que muchos mexicanos hemos sido testigos a lo largo de nuestras vidas, sea como estudiantes o como maestros dentro de esa tan complejísima red del sistema educativo mexicano. Ésa es naturalmente la misma realidad que nuestros hijos y tantísimos otros estudiantes siguen enfrentando a lo largo de todo el país en los diferentes niveles escolares. (Continuará).

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