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Nuestra Salud Mental / Puentes a cruzar en San Francisco

Dr. Víctor Albores García

(Septuagésima octava parte)

Al igual que sucede con la familia, con las instituciones educativas incluidas naturalmente dentro de este sistema y con los primeros grupos de formación callejera mencionados anteriormente, todas estas otras instituciones que forman parte de la estructura básica de nuestra sociedad y de nuestra nación, pueden presentar asimismo rasgos y tendencias semejantes en cuanto a la expresión de las pasiones y muy especialmente en lo que se refiere a la corrupción. Ninguna de ellas está exenta o fuera de peligro, ninguna ha sido vacunada, puesto que no contamos en México con vacuna alguna o antídoto semejante que sirva para evitar dicho contagio o para protegernos de tal contaminación. Nuestra existencia cotidiana transcurre entre los pasillos, las antesalas y los vaivenes de muchas de estas instituciones, ya que en ellas, trabajamos generalmente, las visitamos, las utilizamos y nos valemos de sus servicios para diferentes tipos de transacciones y actividades e inclusive hasta podemos formar parte de ellas. Para cubrir diferentes tipos de obligaciones o necesidades de órdenes variados, debemos acudir y conectarnos con ellas; vivimos rodeados por una serie de instituciones, alrededor de las cuales nuestra existencia tiende a organizarse a través de muchos de sus lineamientos. Es así como en ocasiones llegamos a darnos cuenta y a sentir su poder y su influencia sobre nosotros y nuestras vidas, como parte de una rutina que se desenvuelve rápida o paulatinamente, día tras día de lunes a domingo.

En mayor o menor grado, llegamos a conocer y a estar conscientes y acostumbrados del funcionamiento de una o varias de tales instituciones, de acuerdo a la cercanía o a lo involucrado que estemos con ellas. Conforme nuestra relación sea más cercana y profunda, tendremos entonces, una mejor oportunidad de reconocer el nivel, la forma y el estilo en que se manejan las pasiones, y más aún en lo referente a la corrupción. Entre mayor sea la distancia que nos separa, menor conciencia tendremos del desarrollo de las pasiones en esa institución. Al igual que se puede medir con una línea imaginaria, los extremos más altos o más bajos de corrupción en las familias o en las instituciones educativas, igualmente se podría medir en las otras numerosas instituciones que conforman nuestra sociedad. En ese sentido, podremos encontrar definitivamente ejemplos de instituciones que se agrupan y acomodan perfectamente en el primer extremo, es decir aquél en donde los niveles de corrupción son exageradamente altos. Se trata de instituciones que a través de los años, quizás desde sus orígenes, así como en su recorrido histórico y su ubicación en el presente, se han caracterizado por una trayectoria semejante, la que les ha conferido una imagen específica de corrupción descaradamente abierta ante todos. Dicha imagen sin embargo, por lo general no ha implicado necesariamente denuncias, castigos, rechazo y ni siquiera algún tipo de penalidades. Nuestro sistema sociocultural en su enorme generosidad y bondades, no sólo acepta y acoge en su seno a este tipo de instituciones, al igual que una gran figura materna acoge a sus hijos sin importar sus acciones, sino que inclusive las estimula y las premia implícitamente, para que mantengan su camino en tal dirección. Es obvio que en un alto porcentaje, las instituciones que se encuentran en este extremo pertenecen en su mayoría al sector público, en cualquiera de sus diversas funciones y áreas de trabajo.

La privatización o nacionalización de una serie de empresas y de los servicios que prestaban, idealmente prevista en sus orígenes como una liberación de la dependencia de los capitales extranjeros y de ?las garras? que nos aprisionaban, ha tomado a la larga caminos bastante desastrosos y enfermizos. Así lo seguimos constatando en nuestros días, en que debido al alto grado de corrupción que ha contaminado a lo largo del tiempo las entrañas de muchas de estas instituciones, sus objetivos se han distorsionado o inclusive fracasado. Es así como su desarrollo se ha obstaculizado o paralizado, y actualmente, presentan graves limitaciones y un grado de deterioro tan serio, que ponen en peligro total su funcionamiento y existencia, con consecuencias desastrosas para nuestro país. Muchas de ellas funcionan constantemente con números rojos y se han convertido en barriles sin fondo que absorben interminablemente los recursos disponibles, casi como pacientes terminales que se mantienen vivos gracias a medidas extremas y heroicas, pero que resultan no sólo ineficaces, sino sumamente costosas para todos aquéllos que con nuestro trabajo y el cumplimiento de nuestras obligaciones tributarias, tenemos que pagar las consecuencias. Ni siquiera es necesario nombrar a estas instituciones, porque todos conocemos sus nombres y la forma en que se desempeñan, defendidas a capa y espada bajo el demagógico y gastado rubro del nacionalismo. Convivimos con ellas o dentro de ellas, utilizamos sus servicios, pero desgraciadamente las aceptamos en ese silencio hermético que nos caracteriza como mexicanos, porque nos hemos acostumbrado a su existencia. Una vez más, dicha existencia viene a formar parte de nuestra herencia, de nuestro bagaje cultural e histórico, y se encuentra inmersa dentro de esos círculos en los que giramos, nos reflejamos y nos reconocemos unos a otros en la homogeneidad de ser mexicanos.

Al igual que en cualquier otro país o sociedad, debemos creer que nuestras instituciones han sido pensadas, creadas y construidas a través de la historia por hombres y mujeres, capaces de detectar las injusticias, las privaciones, los conflictos, los dilemas, los problemas y las necesidades de una nación, con miras a la búsqueda de mejoras, de soluciones y de satisfactores. El hablar de dichas instituciones y su recorrido, implica el hablar no sólo de quienes las han creado, sino también de quienes las conforman en la actualidad, quienes las organizan, las administran y las dirigen. Se trata de hombres y mujeres provenientes de determinados núcleos familiares o escolares, de cierto tipo de grupos callejeros, de ambientes específicos en los que han desarrollado características especiales, de acuerdo a la influencia educativa de tales espacios. Todos ellos, llegarán a estas instituciones con una carga emocional y sociocultural distintiva a partir de las experiencias que han vivido, los rasgos de personalidad que han ido desarrollando y adquiriendo, así como la educación y las influencias recibidas durante su trayectoria. La forma y el estilo en que hayan aprendido a visualizar y manejar la corrupción desde su infancia, se irá a reflejar en sus acciones y en su trabajo en dichas instituciones, ya sea en uno u otro extremo de esa nuestra línea imaginaria. (Continuará).

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