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Nuestra Salud Mental / Puentes a cruzar en San Francisco

Dr. Víctor Albores García

(Septuagésima novena parte)

Es obvio que en cada una de estas instituciones labora un conglomerado de individuos con cargas emocionales y socioculturales diferentes. Al igual que sucedía en los grupos callejeros, en los que se debía buscar la aceptación, la adaptación y la integración al grupo, en este caso como adultos, también deberán buscar la aceptación, la adaptación y la integración entre sí como miembros de diversas categorías dentro de dicha agrupación y de acuerdo a una cierta jerarquía de posiciones como parte de un organigrama específico. Pero además, también deberán someterse e integrarse a un sistema previamente establecido. Se trata naturalmente de un sistema en el que su organización, así como las reglas del juego han sido establecidos con demasiada anticipación, mediante estilos y metodología muy específica, procedentes de muchas generaciones, que les sirven para manejar y canalizar la corrupción estratégicamente, sea en forma abierta y explícita, o secreta e implícita. Tales características confieren a cada una de dichas instituciones, o incluso a determinadas secciones o departamento dentro de las mismas, estrategias y maniobras especiales a las cuales definitivamente, es preciso someterse a integrarse.

Cuando los rasgos y antecedentes educativos de cada sujeto dentro de su hogar, de su institución educativa, de su grupo callejero y de su propia personalidad chocan con las premisas propias de tal institución, se llegan a dar cualquiera de las siguientes opciones: la primera pertenece al individuo que debido a sus antecedentes educativos y a sus rasgos personales, es incapaz de aceptar tales patrones o sistema de valores, y por lo mismo se siente estresado, avergonzado y humillado, de manera que decide dimitir y retirarse definitivamente, para buscar una posición en otro tipo de sistema diferente. La segunda opción sería una en la que otro sujeto, cuyas experiencias y antecedentes previos en la vida, le han inoculado con un tipo de educación diferente, más sensibilizado y cercano a estos métodos de manejo de la corrupción, lo que obviamente le permitirá sentirse más cómodo y familiarizado con una institución semejante. En esa forma, podrá lograr una más rápida, fácil y ventajosa adaptación en este sitio, que a la larga, inclusive se llegará a convertir en el espacio ideal para lograr una carrera exitosa. Pero aún podríamos mencionar una tercera opción, que es la de aquel individuo con rasgos más semejantes a los del primer ejemplo, pero que en un momento dado sería lo suficientemente capaz, aventurado, flexible y relajado en su sistema de valores para aprender, internalizar y beneficiarse de las maniobras usadas en el sistema en cuanto al manejo de la corrupción. Tales maniobras podrían llegar a ser aceptadas e integradas de su personalidad y educación, sin que ello le causara conflictos de gran magnitud, para de ese modo convertirse él mismo en un excelente alumno, hábil practicante y apasionado seguidor de tales doctrinas.

La inmensa mayoría de nuestros políticos y tantos de los individuos que han ocupado, ocupan y seguramente seguirán ocupando un buen porcentaje de los puestos públicos disponibles, desde el más humilde mensajero o intendente, hasta los diputados, senadores, presidentes municipales, gobernadores o inclusive el mismo Presidente de la República, pueden servir como ejemplos excelentes de lo que se ha mencionado en los párrafos anteriores. Es obvio que cada uno de ellos ha tenido que enfrentarse a ese engranaje de corrupción establecido como un sistema perfectamente estructurado desde hace tantos años. Por lo mismo, cada uno de ellos, dependiendo de sus propios antecedentes y experiencias en la vida, debió aprender a actuar en formas diferentes y específicas a la hora de enfrentarse e integrarse a dicho sistema. Es seguro que de inmediato llegarán a nuestra mente multitud de nombres e imágenes de hombres y mujeres que en el pasado o en el presente ocupan ese tipo de cargos. Tales memorias están consecuentemente asociadas a historias que hablan de sus conductas y de su proceder en dichos cargos, inclinados en mayor o menor grado hacia los diferentes extremos en nuestra línea imaginaria, en la que podemos medir el manejo de la corrupción. Tantos de estos sujetos, son ampliamente conocidos en el ambiente en que se mueven como tipos sumamente rapaces, de moralidad muy dudosa, y por lo tanto, expertos notables en el manejo de las pasiones del rango al que nos referimos. Se trata de individuos que han dejado tras de sí una estela oscura, devastadora y contaminada en cuanto a sus acciones, quienes aún a pesar de estos rasgos completamente abiertos y conocidos, no sólo se mantienen dentro del sistema, sino que además llegan a escalar posiciones todavía más altas y ventajosas en nuestras instituciones públicas, que premia sus esfuerzos en cuanto a la corrupción, así como su capacidad de adaptación e integración a dicho sistema, un sistema con iguales características.

Sin embargo, existen otros ejemplares, de rasgos diferentes y aparentemente opuestos, que parecieran mostrar una moral más estricta, al menos en la superficie de sus campañas, pero que una vez que llegan a ocupar tales posiciones de poder, se contaminan igualmente y se dejan influir a tal grado por dicha posición, que tienden a presentar ciertos períodos y estados temporales de un estilo específico de ?locura?. Durante éstos, suelen perder ciertas capacidades mentales, al igual que sus controles e igualmente su sistema de valores, al grado de verse engullidos por un sistema que les hace perder la conciencia y el sentido de la realidad, paralelamente al perderse a sí mismos. Tal vez se trata de individuos con una estructura psicológica o un sistema de valores mucho más frágil, genéticamente quizás más vulnerables a este tipo de cargas emocionales al enfrentarse a sistemas tan rígidos y potentes como a los que nos referimos, que les provocan conflictos y dilemas existenciales mucho más complejos y profundos de lo que aparentan, y que desgraciadamente no alcanzan a soportar. O tal vez se trata en sí de ejemplares de ?lobos disfrazados de corderos?, que abundan en cualquier tipo de cultura. No obstante, la realidad de las cosas, es que se necesita cierto perfil de individuos provenientes de familias y de ambientes especiales, con estilos de formación y educación específica, que a su vez les han otorgado rasgos de personalidad también específicos, que les permiten adaptarse e integrarse a sistemas también tan específicos como los que predominan en nuestras instituciones públicas. (Continuará).

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