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Nuestra Salud Mental / PUENTES A CRUZAR EN SAN FRANCISCO

Dr. Víctor Albores García

(Octogésima primera parte)

Se trata definitivamente de una serie de cuestionamientos y reflexiones básicas, vastas y apasionantes, que no sólo nos conectan con la simplicidad o la complejidad de muchos de los puestos que son ocupados en nuestra comunidad o en nuestro ambiente por tantas y tan variadas personas, sino que nos proyectan hacia la inmensidad y la lejanía de la historia de la humanidad. Sabemos que desde el tiempo de los jardines colgantes, de las pirámides y los faraones, de los persas, de los griegos o de la República o el Imperio Romano, sus ciudadanos ya hablaban y se quejaban de la corrupción. Posteriormente, lo mismo ha sucedido a través de diversas épocas, culturas y geografías de estilo tan variado, contradictorio y fascinante, hasta llegar al mundo de nuestros días, en sus esfuerzos por ensancharse o empequeñecerse. Es así como podemos darnos cuenta que ni la corrupción, ni las luchas tan sangrientas y apasionadas por las posiciones de poder, han sido o siguen siendo típicas o exclusivas de nuestra época. Se trata en realidad de esa erupción característica e intensa de los seres humanos y sus pasiones, en las que navegan paralelamente la ambición ilimitada, la soberbia, la inseguridad, el orgullo fortalecido, la ilusión y la ceguera del poder, los celos, la presunción, la pomposidad, las envidias, la rabia, la humillación, la impotencia, las desilusiones y las frustraciones. Es en general, la conformación e integración de ese torbellino de pasiones que desde su nacimiento, sea en la historia personal de un individuo o en la historia universal de la humanidad, han impulsado siempre lo mismo al hombre que a la mujer, en sus acciones y deseos para ocupar tales puestos, y lograr en esa forma los aparentes privilegios que les acompañan. Existen biografías al igual que estudios fascinantes, sobre las vidas de tan variados personajes históricos que han luchado con dilemas y conflictos semejantes, así como los efectos que han ejercido sobre ellos, sobre su personalidad y sus vidas, sobre su familia, su sociedad y su cultura, y las huellas benéficas o catastróficas que han dejado atrás de sí. Al mismo tiempo, nos damos cuenta que han existido miríadas de personajes oscuros, raquíticos y patéticos, involucrados en la misma lucha, que igualmente han ocupado posiciones de poder y han portado la corrupción como pasión y estandarte, pero cuyas cenizas se han dispersado en el olvido.

La historia nos refleja tales experiencias y si así lo deseamos, podemos aprender de ellas; pero de otra forma, igual podemos permanecer ciegos, sordos y mudos hasta resbalar con la misma cáscara, al grado de poder presumir en esa forma, de que fuimos nosotros quienes la inventamos y la pusimos ahí. Las pasiones y la corrupción no son de manera alguna, temas del pasado; siguen siendo tan actuales y tan reales en el presente como les pudieron parecer a todas esas otras culturas y sociedades de antaño. Por lo mismo, podemos afirmar definitivamente y sin temor a equivocarnos, que tanto la lucha por el poder y la adquisición del mismo, así como la inoculación por pasiones tan extremas tales como la corrupción en un sistema como el nuestro, dejan huellas indelebles en las personas, en las instituciones y en los sistema a los que pertenecen. Se trata de huellas generalmente muy profundas, indelebles y difíciles de modificar. A su vez, tales pasiones se extienden en tal forma y magnitud, que llegan a conectarse con otras personas, instituciones y sistemas ya establecidos, lo que lógica y naturalmente permite integrar y cerrar los círculos. Dichos círculos se mueven en forma concéntrica y centrífuga hacia la periferia, de manera que tienden a irradiar sus huellas y su influencia hacia las comunidades, hacia las demás instituciones y sistemas públicos o privados, y en general a la sociedad y a la cultura a la que pertenecen. Es así como podemos ser conscientes del impacto tan importante y de las raíces tan profundas que llegan a desarrollar pasiones tan intensas como es la corrupción.

Aunque estamos acostumbrados a visualizar y a vivir en forma tan clara las pasiones y la corrupción en nuestras instituciones públicas sin importar a qué tipo de sector nos estemos dirigiendo o señalando, la realidad es que las pasiones y la corrupción obviamente, no son exclusivas de dichas instituciones. Si tomamos en cuenta nuestra herencia y nuestra matriz cultural y social tal como se ha desglosado en columnas anteriores en la formación y el desarrollo de los individuos, es lógico que las mismas características se presenten en modo semejante en las instituciones privadas, sin importar tampoco el área o el sector al que pertenezcan y al que nos queramos referir. De una u otra forma, siguiendo estilos y métodos diferentes y variados, en mayor o menor grado, más o menos ingeniosos, más o menos explícitos o implícitos, de acuerdo nuevamente a nuestra línea imaginaria, en la que existe el extremo máximo de corrupción hasta el extremo más bajo o nulo, estas instituciones como cualquier otro de nuestros organismos, también existen, viven, se desarrollan, se reproducen y mueren. Las instituciones bancarias y financieras, las deportivas en todas sus ramificaciones; las agropecuarias, las artísticas en sus diversas manifestaciones, las grandes, medianas o pequeñas empresas y aún los negocios familiares de todos tipos, estilos y tamaños; la industria en su generalidad y diversas ramificaciones y contenidos, sea nacional o inclusive la extranjera; las instituciones religiosas sin importar cualquiera de los diversos cultos que se profesan en nuestro país, desde los más hasta los menos populares estadísticamente hablando; las pequeñas o grandes instituciones dedicadas a la beneficencia y al servicio social; los diversos grupos y asociaciones profesionales o laicas de géneros tan variados; las empresas del transporte asimismo en sus diferentes modalidades por aire, mar o tierra, a nivel local en el tan aguerrido transporte municipal, o en el nacional o en el internacional. Definitivamente sería imposible dejar fuera a los medios de comunicación masiva, que ocupan especiales posiciones de poder en nuestra época, sea a través de la prensa, la radio, el cine o la televisión, lo que les confiere un riesgo mucho más alto y un perímetro mucho más extenso e importante para la exhibición y el desarrollo de tales pasiones. Las instituciones dedicadas a la salud lo mismo en la consulta externa que en el internamiento y el cuidado de la misma en general, así como las empresas que se encargan de fabricar y distribuir los medicamentos, sin importar que se trate de los originales o de los genéricos. No podríamos cerrar esta lista sin mencionar a las industrias encargadas del tabaco, las bebidas alcohólicas y todas las demás drogas no legalizadas aún, pero que se distribuyen ampliamente, gracias a, y como parte de ese sistema de pasiones. Y así sucesivamente, encontramos una lista interminable de todas aquellas empresas e instituciones que funcionan en forma privada en nuestro país, y que conforman la estructura básica de trabajo y desarrollo de nuestra sociedad. Y sin embargo, todas ellas se encuentran de una u otra forma contaminadas, ya que tampoco han encontrado hasta ahora, alguna vacuna eficaz contra tales pasiones. (Continuará).

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