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Nuestra Salud Mental / PUENTES A CRUZAR EN SAN FRANCISCO

Dr. Víctor Albores García

(Octogésima quinta parte)

¿Cómo es posible cambiar las diferentes estructuras, sistemas y mecanismos con características tan rígidas, complejas y profundas como las que hemos desarrollado y que como nación y sociedad hemos utilizado cotidianamente a través de los años y aún en el presente? Se trata de estructuras, sistemas y mecanismos que pueden ser semejantes a los que se utilizan en cualquier otra sociedad y que conforman las bases de la misma, pero que también son muy propios de la nuestra. Por lo mismo, serían necesarios muchísimos años de experiencia, esfuerzo, aprendizaje y trabajo para cambiarlos, siempre y cuando exista la firme voluntad para hacerlo, además de la comprensión y un conocimiento bastante profundo sobre las múltiples razones que determinan su uso. Sí a un individuo le puede llevar muchos años de esfuerzo el cambiar sus conductas, actitudes y formas de pensar, aún cuando así lo desea y está convencido de ello y de su decisión, para una nación o para una sociedad en general, el tiempo y el esfuerzo serán todavía mayores, y eso, ante la suposición de que como grupo así lo quisieran hacer globalmente, porque han pensado y decidido que ello podría ser su mejor opción.

Es muy generalizada la creencia de que los cambios se pueden dar muy fácilmente y de manera espontánea, lo mismo en cualquier individuo, al igual que en un grupo o hasta en una sociedad o una nación. Esta creencia en ocasiones, inclusive se llega a convertir en una especie de pensamiento mágico muy arraigado para tantas personas, que suponen que con tan sólo mirar, desear, hablar o intentarlo, pueden cambiar a aquella otra persona, con cuyas conductas, actitudes o pensamientos no están de acuerdo o les son intolerables. Este tipo de pensamiento mágico se extiende especialmente a nuestro trabajo como psicólogos o psiquiatras, cuando muchas personas nos buscan con la expectativa irreal, de que con sólo mirarlas o hablar con ellas, sin importar el tipo de persona, su edad o condiciones, la podremos analizar en su totalidad de un solo vistazo o inclusive la llegaremos a cambiar en un par de sesiones hasta convertirla en otra. Algo así, como lo que Hollywood nos plantea con tanta frecuencia en sus filmes, y que para muchos se convierte en una realidad.

La verdad es bastante diferente y mucho más compleja que esa escena milagrosa de cualquier película o telenovela, lo que naturalmente y por desgracia para el interesado, se convierte en una gran desilusión y frustración cuando llega a la consulta con esa característica exigencia de cambios instantáneos y sobre todo sin ningún esfuerzo por parte de él o de ella. Simplemente, la expectativa es que tales cambios ocurran gracias a la mirada aguda y al toque mágico y omnipotente del terapeuta. Quienes hemos trabajado por muchos años en este campo, sabemos lo ilógico e iluso que son tales expectativas, y hacemos un esfuerzo por orientar a nuestros pacientes en forma adecuada. Aunque en la mayoría de las ocasiones somos escuchados, en otras definitivamente no sucede así; las personas salen a la calle entonces, a seguir buscando ese estilo de magia que les ilusiona porque definitivamente tiene el sello y el respaldo inconfundible de alguna película o telenovela, o de algún best seller de superación personal que así lo indica como resultado de doce fáciles pasos. Esa búsqueda en pos de la magia, implica que los cambios deseados deben darse con suma rapidez, sin ningún tipo de dolor o de esfuerzo y especialmente que sean muy baratos en lo económico, o inclusive y si es posible, que no cuesten nada. El famoso ?bueno, bonito y barato? de antaño, sigue siendo en nuestros días un slogan popular, al que se le añade además: ?en donde no se invierta ningún esfuerzo propio?, en esta época en la que todo lo queremos sin esforzarnos.

Es imposible que alguien pueda cambiar de forma de ser, de actuar, de pensar o de sentir de la noche a la mañana, así milagrosamente. Todos los cambios en la vida implican un gran esfuerzo, con un periodo necesario de tiempo para llevarlos a cabo y sobre todo con el deseo y la voluntad de cada individuo. La formación de cada uno de nosotros dentro del útero materno, es un excelente ejemplo de la forma como los cambios se llevan a cabo en el ser humano. Es así, entre increíble y milagroso, como se lleva a cabo ese proceso interno mediante el cual una sola célula como es el óvulo, fecundado por otra célula que es el espermatozoide, llegan a sufrir tal cantidad de cambios a lo largo de nueve meses, hasta dar como resultado la presencia de un producto final, que es ese nuevo ser humano, el o la bebé que se tiene en las manos. Al hablar con cualquier madre, seguramente ella nos podrá reconfirmar, que sus embarazos no fueron para nada procesos fáciles, de resultados inmediatos, sin esfuerzo o sin cuidados, ni que tampoco fueron baratos o gratuitos. Y así como este ejemplo, podemos encontrar miles de otras experiencias, en las que se escenifican diversos cambios en los seres humanos, con los costos consecuentes, empezando básicamente por el proceso del desarrollo normal de cada uno de nosotros a lo largo de la vida, y los cambios que se van dando o que nosotros vamos logrando.

Si en un individuo, tales cambios pueden representar tanto tiempo y esfuerzo por parte de sí mismo, dicho proceso será todavía mucho más complicado y laborioso en cualquier grupo pequeño o grande al que nos podamos referir. Para empezar, el lograr ponerse de acuerdo en un grupo para que en forma unánime se puedan decidir y actuar sobre los cambios que pudieran desear, es ya de por sí una tarea colosal y nada sencilla, sobre todo cuando la rivalidad y la rebeldía se destacan como rasgos primordiales en la composición de tales grupos. Los mexicanos como sociedad y como nación, formamos un grupo demasiado heterogéneo, dividido a su vez en múltiples y muy variadas subculturas y razas, que habitan el país desde la frontera con los Estados Unidos en el norte, hasta los límites con Guatemala y Centroamérica en el Sur. Un grupo que habla lenguajes y dialectos muy diferentes, y que pertenece a niveles sociales, económicos, educativos, políticos y religiosos también muy diversos y contrastantes, con necesidades y carencias que van desde la pobreza más extrema y miserable en la enorme mayoría de sus habitantes, hasta la riqueza más inimaginable y confrontadora en una muy pequeña minoría. Un grupo tan extremadamente heterogéneo, que difícilmente se podría acomodar como unidad para ponernos de acuerdo en cuanto a la forma de pensar y actuar, así como a los cambios que quisiéramos llevar a cabo, especialmente cuando de seguro existiría en nuestras mentes una enorme variación sobre los significados de lo que es la democracia, la igualdad, el esfuerzo, el trabajo y el espíritu comunitario. (Continuará).

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