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Nuestra Salud Mental / PUENTES A CRUZAR EN SAN FRANCISCO

Dr. Víctor Albores García

(Nonagésima tercera parte)

Sin embargo, cuando volteamos en otras direcciones, también se plantea un fenómeno de mayor complejidad para entenderlo; el de aquéllos que sí tienen niveles más altos de educación, los que han estudiado y son profesionistas titulados con experiencia y con capacitación de postgrado. Pero inclusive también de aquéllos que poseen una imagen pública reconocida, porque de una u otra forma han amasado fortunas importantes en base a los resultados de su trabajo, de sus empresas y negocios, o de los diferentes estilos de manejos que han aprendido en sus vidas, pero que igualmente, se trata de individuos que actúan con la misma rapacidad que los primeros desde el momento mismo en que llegan a los puestos públicos. ¿Cómo podríamos explicarnos tales conductas? ¿Serán ellos también el producto final de importantes carencias no tanto económicas pero emocionales, o de un complejo conglomerado de ambas, pero que las han aprendido a cubrir con mayor habilidad, y por lo mismo, pasean por la vida con otro estilo de máscaras y disfraces? También contamos con ejemplos de estilos semejantes, en individuos que detrás de sus fachadas sociales, esconden las mismas tendencias fraudulentas y corruptas al ocupar puestos públicos, como si el mundo estuviera en deuda con ellos y por ende necesitaran cobrarse en forma excesiva. Parece ser como que en ambos tipos de individuos, éstos y los mencionados la semana pasada, existiera una enorme necesidad de succionar un gigantesco pecho materno interminable, del que siempre fluyera en forma ilimitada la leche para alimentarlos, o que ellos mismos incansables y voraces, se encargan de exprimir. Al parecer se trata de individuos que han adoptado un estilo semejante de existencia como ?profesión?, de manera que se encuentran irremediablemente ligados y dependientes de la vida pública. Sexenio tras sexenio, buscan acomodarse en esa paciente e ilimitada espera de quienes no saben encontrar otro estilo de vida para subsistir, excepto el de ese alimentador materno. Y sin embargo, curiosamente, sucede que en muchísimos de estos casos, tales sujetos padecen de una gran dificultad para funcionar recíprocamente.

¿Cuáles son verdaderamente las razones y motivaciones que mueven a un individuo a robar, a buscar como objetivo único en estos puestos el beneficio propio y el aprovecharse de los demás, de aquéllos que en algún momento pudieron confiar en él o ella para apoyarlo en su camino hacia ese puesto? ¿Tendrán acaso la capacidad de desarrollar una conciencia social que los dirija a facilitar y a obtener el beneficio de los demás, y la resolución de los problemas y necesidades que aquejan a su comunidad, su estado o su país, puesto que supuestamente representan los objetivos básicos de tales posiciones? ¿Tendrán acaso la capacidad de luchar contra un sistema generalmente inexpugnable, en el que por mucho tiempo y a lo largo de los sexenios se ha defendido la otra posición, aquélla de convertir a tales puestos en minas de beneficios, poder y riquezas, no sólo para quienes han llegado ahí, sino también para sus respectivas familias y allegados, así como para todos aquéllos que han formado sus equipos, con iguales criterios y necesidades de rapacidad? Nos encontramos ante tales disyuntivas y cuestionamientos en este momento, en que decimos que queremos lograr los cambios, aunque no hayamos especificado del todo, a cuáles cambios nos referimos.

¿Cómo podremos verdaderamente reconocer, distinguir y catalogar a estos individuos? ¿Cómo podremos detectarlos y conocerlos en el fondo, hasta llegar a aquilatar sus verdaderas intenciones? Cada sexenio o trienio en los últimos tiempos, en que finalmente nos atrevemos a lanzarnos a las urnas y votamos, esperamos que por aquél que nos hayamos decidido, posea la honestidad, el dinamismo, el valor y el espíritu comunitario y de beneficio hacia los demás y hacia su comunidad, de manera que podamos hacer equipo con él y su planilla, trabajando todos en bien de nuestra región, Estado o sociedad. A pesar de los malos recuerdos y de las amargas experiencias de rapacidad, corrupción y saqueo, seguimos portando ese algo de esperanza y de confianza que se mencionaba anteriormente, como símbolos de nuestra buena fe e idealismo, tratando de creer que todavía existen individuos semejantes. ¿Estaremos o no en la razón? ¿O seguiremos tropezando con las mismas piedras? Si existen individuos semejantes, es porque de alguna forma, todos hemos contribuido, lo hemos apoyado y permitido, sea con nuestra pasividad, con nuestro silencio, con ese encogernos de hombros y ese voltear la mirada en otra dirección o meter la cabeza en la arena. Dice la teoría de los sistemas como un enunciado universal, que incluso utilizamos en el trabajo en salud mental, que para que se lleguen a dar los cambios dentro de cualquier sistema, se necesita definitivamente que cambien todas las partes que lo conforman. ¿Seremos capaces de hacerlo? (Continuará).

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