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Nuestra Salud Mental

Dr. Víctor Albores García

(Octogésima novena parte)

PUENTES A CRUZAR EN SAN FRANCISCO

Parece ser, que a pesar de las habilidades y capacidades con las que contamos los mexicanos, a pesar de nuestra inteligencia, ingenio, creatividad y capacidad de improvisación, seguimos anclados en ese patrón hereditario tan común, de querer copiar todo lo que viene del extranjero, todo aquello que esté escrito o planeado en otro idioma, sin importar si tiene o no sentido, o si realmente llena nuestras necesidades. Ese patrón al que nacionalmente y en el idioma de todos los días, hemos denominado malinchismo. Es así como nos vemos invadidos por toda clase de leyes, reglamentos, programas, decretos, disposiciones o proyectos copiados casi a la calca de otros países y sistemas culturales muy diferentes al nuestro, especialmente en lo que se refiere al sector público, pero también con mucha frecuencia en el privado. Los resultados definitivamente no siempre son favorables, puesto que el llevar a cabo este tipo de transacciones de un país al otro, de una cultura a la otra, existe la implicación de que ambos somos iguales, lo cual naturalmente es una suposición completamente falsa. La realidad es que se requiere de lo que podríamos llamar una ?traducción culturalmente adecuada y aceptable?.

Quienes hemos efectuado cualquier tipo de capacitación o de estudios profesionales, sea a nivel de licenciatura o de postgrado en otro país, hemos tenido a la vez la oportunidad de descubrirlas a veces mínimas o generalmente enormes diferencias culturales que existen entre una sociedad y otra; en ocasiones, todo un abismo. Es así como al regresar a México, dependiendo del número de años que hayamos vivido fuera, hemos tenido que llevar a cabo nuevamente al reentrar, un proceso de aculturización, a pesar de haber nacido aquí y que se trata de nuestra propia tierra. El contraste entre ambas culturas, la nuestra y la del país en el que hayamos residido se hace más notorio, las diferencias resaltan intensamente, las similitudes se integran con mayor facilidad, pero ambas, diferencias y similitudes nos dejan marcados para siempre, e influyen en nuestras vidas tanto a niveles conscientes como inconscientes. Lo mismo sucede con los conocimientos e instrumentos que hemos adquirido allá, conocimientos e instrumentos que se dan en forma de investigaciones, estudios, teorías o prácticas que se han registrado e implementado en el otro país, en otro tipo de población formada por subculturas muy diferentes a las nuestras. Aunque al principio, caemos en la creencia también errónea de que se trata de teorías y conocimientos universales, adaptables y comunes a cualquier cultura y población del mundo, una vez que regresamos a México nos damos cuenta de la falsedad de tal suposición, así como del hecho de que no necesariamente son útiles o funcionales para nuestro ambiente. No se trata de descubrimientos inmediatos, de los que nos demos cuenta ni siquiera en los primeros meses de nuestro regreso, sino que más bien nos lleva años percatarnos, conforme nos tratamos de adaptar nuevamente a nuestra cultura y seguimos midiendo las diferencias y similitudes de una y otra.

El mismo fenómeno sucede con los libros y las publicaciones en el extranjero, no sólo se escriben en otro idioma, sino que también tienen que ver con poblaciones, ambientes, culturas y hasta épocas diferentes. Cuando dichas publicaciones se traducen al castellano, nos podemos dar cuenta que su contenido en general puede ser válido para la población y la cultura en la que fueron investigados, pero no necesariamente para nosotros. Me parece que algo semejante sucede en otras áreas fuera de medicina, especialmente en aquellas pertenecientes a diversas dependencias en el sector público, en las que se intenta traducir e implementar literalmente al pie de la letra, diferentes tipos de programas, reglamentos y sistemas pertenecientes a otro país y a otra cultura. Los resultados generalmente son desfavorables y con tendencias distorsionadas, ya que se está tomando prestada totalmente la copia de dicho modelo, en ocasiones modelos en experimentación inclusive, pero sin tomar en cuenta cuáles son las necesidades de nuestra población, de nuestra cultura y de nuestro ambiente. En un gran porcentaje de las ocasiones, la implementación de sistemas y proyectos semejantes están desde el inicio condenados al fracaso.

Me parece entonces, que cuando en el México oficial se usa ese popular término de ?la simplificación?, en el caso de determinadas disposiciones, reglamentos o sistemas, ello significa que se está tratando de implementar algún modelo copiado de cualquier otra sociedad, en ocasiones hasta enormemente opuesta a la mexicana. Obviamente, lo que se supone debería ser una simplificación, y quizás lo sea en el país del que originalmente se copió, en México se convierte en lo opuesto. Ese intento de simplificar se convierte entonces en un proceso mucho más complicado, prolongado y lleno de acertijos, obstáculos y vericuetos, por el simple hecho de que no se ha tomado en cuenta nuestra idiosincrasia nacional, nuestras necesidades, nuestra cultura y nuestro ambiente. Dicho proceso que creemos se inició con todo el entusiasmo y la buena fe de sus iniciadores, tiende a convertirse entonces en otro de los tantos caminos por los que llega a circular la corrupción en México. (Continuará).

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