Todo es cuestión de forma, de esas que en política significan también fondo. Resulta inviable en razón de su propia naturaleza, el administrar una empresa pública como si fuera privada; la gran diferencia radica en el origen de los recursos que maneja, ya que mientras la empresa privada dispone de recursos con los que el dueño y/o accionistas, pueden hacer literalmente lo que les venga en gana, -salvadas las cuestiones hacendarias y cumplidas las obligaciones de Ley- incluso otorgar bonos navideños o distruir regalos entre ejecutivos y hasta empleados.
Sin embargo, una empresa pública, una paraestatal o paramunicipal (que es el caso de Simas) administra recursos públicos que no son propiedad de las autoridades en turno o los consejeros del organismo y por lo tanto, no se puede hacer con ese dinero, lo que venga en gana. Se trata de recursos del erario, que finalmente son de todos los mexicanos y cuya administración debe ser impecable y cada partida, destinada a rubros de beneficio colectivo. Resulta injustificable que se destine una partida superior a los cien mil pesos a la compra de centenarios para luego distribuirlos entre funcionarios y consejeros.
Y es que en eso de las formas, la actual Administración no da una. ¿Qué gana Anaya o los titulares de Obras Públicas y Desarrollo Urbano con un centenario? La respuesta debería ser nada, pero en cambio pierden mucho al quedar expuestos, otra vez, ante la opinión pública, como actores de primer nivel en una larga y en ocasiones ríspida tragicomedia intitulada “Qué afán de hacer siempre las cosas mal”.
Con justicia, las reacciones al enésimo desatino de las autoridades municipales, se pueden reducir en condena y rechazo. Por ejemplo, Víctor Alducin Flores presidente del Consejo Lagunero de la Iniciativa Privada (CLIP), considera impropio e indigno que el Simas les obsequie centenarios como regalo navideño a los miembros del Consejo Directivo, cargo que por estatuto, es honorario: “la mayoría de los consejeros de Simas no necesita esos seis mil 700 pesos, son gente respetable, que tiene su empresa. El hecho que se les obsequie un centenario no es correcto, es impropio y hasta cierto punto indigno”, dice el líder empresarial, y no queda más que estar de acuerdo.