El sureño estado de Chiapas ha vuelto desde hace unas semanas a la agenda de los medios de comunicación y de la esfera política.
Luego de un largo silencio, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), vía su vocero, el subcomandante Marcos, atrajo de nuevo los reflectores con la emisión de varios comunicados en donde, entre otras cosas, lanza fuertes críticas contra los principales actores de la política nacional, entre ellos el ex jefe capitalino y aspirante a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, y llama a las organizaciones de izquierda y ciudadanos sin partido a involucrarse en las mesas de diálogo para discutir la conformación de un “frente amplio” de la sociedad que lleve a cabo lo que han denominado “la otra campaña”.
Dichos intercambios se han estado realizando en la selva chiapaneca. Además de la discusión que ahí se establece, los encuentros EZLN-organismos de izquierda y ciudadanos apartidistas, han servido sin duda de plataforma a Marcos para arremeter contra la llamada clase política nacional e, incluso, retar a debate a algunos personajes.
La reacción de la opinión pública se ha centrado casi exclusivamente en los dimes y diretes entre el líder guerrillero y los personajes aludidos en sus misivas. El protagonismo y las especulaciones invaden el espectro y el abordaje del tema, otra vez, no pasa de la superficie.
Nuevamente, el problema de fondo, es decir, el rezago y la miseria que padecen millones de indígenas en el país se ve opacado por la forma, y la discusión enriquecedora para lograr una solución al conflicto armado que brilla por su ausencia.
La causa enarbolada por los zapatistas de mejorar las condiciones de vida de las poblaciones indígenas y terminar con la discriminación, sigue, sin duda, siendo justa y urgente y es precisamente por eso que es necesario dejar de lado la “rebatinga” y los discursos estériles que no aporten en sustancia algo que ayude a encontrar la salida de este largo laberinto.