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Nuestro concepto/Costosa e inoperante

La democracia mexicana está resultando ser demasiado costosa y muy poco productiva. Basta revisar el rezago que en materia legislativa el Congreso de la Unión tiene y lo oneroso de mantener los dos órganos que lo conforman, así como las anticipadas y caras campañas de los partidos y aspirantes a puestos de elección popular y la ausencia de propuesta en las mismas.

Tan sólo de enero a marzo de este año, en la Cámara de Senadores se ejercieron 243 millones 285 mil 100 pesos sólo por concepto de servicios personales. En la Cámara de Diputados, por el mismo rubro se gastaron en los tres primeros meses de 2005 la friolera de 418 millones 160 mil pesos. En total, casi 700 millones de pesos en 90 días.

Esta fuerte carga al erario público podría justificarse con los resultados. Pero, lamentablemente, la realidad muestra otra cosa. En ninguna de las dos cámaras se ha logrado siquiera debatir ninguna de las llamadas reformas estructurales ni se han planteado alternativas distintas a las mismas. La ausencia de consensos en los temas trascendentes y vitales de la República ha sido la constante.

Por otra parte, mientras la miseria, la inseguridad, el desempleo y la falta de educación persisten como los grandes problemas nacionales, los aspirantes a ocupar la Presidencia, gubernaturas y alcaldías empiezan a ocupar los espacios en los medios de comunicación y las ciudades con sus nombres y rostros, algunos siendo aún funcionarios y no aclarando del todo la procedencia de los recursos con que pagan su costosa propaganda.

Dicha carrera electoral no resultaría tan desgastante y negativa si trascendiera lo superficial de la promoción de una imagen y se adentrara en la dinámica del debate de ideas. Pero lo que sucede, va en sentido contrario. Se gastan millones en posicionar una figura y las discusiones se centran en la descalificación del contrario, en medio de una vorágine de marketing e impacto mediático en donde no cabe la reflexión y la competencia propositiva.

Los que defienden esta forma de hacer política y justifican el gasto que implica como consecuencia “del-ambiente-democrático-que-estamos-viviendo”, ponen en evidencia su ignorancia e incapacidad o su perversión e intereses torcidos.

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