Simplemente es vergonzoso. México ocupa el primer lugar de Latinoamérica en “clientelismo político” según el Latinobarómetro 2005, una encuesta realizada entre el primero de agosto y el diez de septiembre en 18 países de la región.
De acuerdo a este trabajo, uno de cada tres mexicanos conoce personalmente a alguien que ha recibido privilegios por ser simpatizante del partido en el Gobierno.
Asimismo, más de la mitad de los habitantes de este país conoce a alguien que fue presionado o recibió un beneficio a cambio de su voto por cierto partido político.
Por si fuera poco, el estudio ubica a México muy por encima del promedio regional (29 por ciento) en lo que a coerción del voto refiere.
Además, el país se encuentra entre los cinco que más desconfían de sus procesos electorales: sólo dos de cada diez mexicanos creen que las elecciones son limpias.
Estos datos muestran, por una parte, el escaso desarrollo que tiene la población en general en cultura política. El permitir la compra del voto y convertirse así en parte de las clientelas electorales de los partidos, habla de que no existe un compromiso ideológico, ni siquiera una real simpatía por el candidato o partido por el que se vota.
Por otra parte, enseñan mucha de la incongruencia de la visión que tiene el mexicano acerca de la democracia. A pesar que la mayoría considera que es el único sistema político por el que se puede llegar a ser desarrollado y que es preferible a otra forma de Gobierno, existe una enorme desconfianza hacia el régimen aplicado en el país y a las fuerzas políticas en general.
Sin duda, el resultado de la encuesta avergüenza y debe motivar a la reflexión. Mientras una nación no entienda la importancia de la participación política comprometida y honesta, difícilmente podrá tener gobiernos que motiven el desarrollo del país y que velen por el bien común.