El cambio siempre es doloroso ya que implica trabajo, adaptación y compromiso. Ninguna de las grandes transiciones políticas contemporáneas –y la española resulta nuestro referente más cercano- puede hoy presumir el haber caminado con viento en popa por una vía libre de obstáculos. En mayor o menor grado, el eliminar inercias y abatir rezagos implica mucho más que voluntad, exige acciones concretas y debe, en forma indispensable, aterrizar en mejoras palpables y medibles por los ciudadanos.
La democracia, esa legítima conquista de cualquier pueblo civilizado, debe garantizar una convivencia social armónica bajo un marco legal que en los hechos norme las conductas y castigue a infractores; debe precisar con claridad los espacios y el nivel apropiado para la discusión de los grandes temas, así como los mecanismos para orientar los esfuerzos gubernamentales, en lo particular y sociales, en lo general, hacia derroteros de progreso y desarrollo. Todo lo demás no es otra cosa que mera simulación... y el disfrazar las cosas, maquillar la realidad y agotar los esfuerzos de la autoridad en el discurso, en un intercambio obsceno de dimes y diretes, termina por colmar, rebasar los límites de la tolerancia social.
El escritor Carlos Fuentes dice que el estado actual del debate político es bajo y la democracia mexicana, es simplemente barata. “La democracia es debatir los temas de trascendencia nacional con altura y es lo que no estamos haciendo; todo lo que se discute y se debate finalmente es benéfico, lo que nos preocupa es la zancadilla política, las puñaladas traperas y todo lo demás que estamos viendo casi como norma de la vida política mexicana”.
Dice que los líderes partidistas deben olvidar los debates inútiles y concentrarse en los grandes temas nacionales y expresó su deseo de que las diferencias entre el presidente Fox y el jefe de Gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador, rebasen el nivel en que se encuentran para llegar a un debate “sobre el futuro de la nación como nación”. Eso es lo que dice hoy el escritor Carlos Fuentes y lo más grave de todo es que tiene razón.
