Después de nueve horas y 13 minutos de posturas (la acusatoria y luego la defensa), de largas y puristas réplicas y contrarréplicas, discursos a favor y en contra, de argumentos jurídicos y políticos, los diputados necesitaron sólo diez minutos para expresar aquello que desde hace días, si no es que semanas o incluso meses, habían decidido -por mandato cupular o convicción personal- sobre el desafuero de Andrés Manuel López Obrador. En suma, el jefe de Gobierno del DF perdió y fue desaforado por mayoría de la Cámara de Diputados, erigida en jurado de procedencia.
Un total de 360 legisladores votaron por el sí, contra sólo 127 que lo hicieron por el no; dos diputados prefirieron pasar a la historia como tibios observadores de los momentos que marcan el quehacer político de una nación y oprimieron el botón de la casilla de la abstención. Se cierra el capítulo introductorio en este largo y penoso proceso, el de los roces, el de los dimes y diretes, de la confrontación entre los gobiernos Federal y del Distrito Federal; el de la polarización social sobre presupuestos y escenarios y de juegos de pulsos entre los principales actores de la vida nacional.
Para desgracia de todos, se abre al mismo tiempo un nuevo capítulo de esta historia errática y en ocasiones desesperanzadora (la de nuestra pretendida democracia) pero ahora la trama sube de tono e implica muchos más riesgos, ya que podría llegar hasta donde el hombre, que según todas las encuestas sería el próximo presidente de la República y que hoy queda en manos de la Procuraduría General de la República, quiera y sus seguidores, que son millones, estén dispuestos a seguirlo.
El país entero se encuentra empapado en gasolina: amplios sectores de la población manifiestan su desencanto por los resultados de la administración Fox; no son pocas las voces que advierten sobre una creciente frustración ciudadana y la agudización de problemas sociales a lo largo y ancho del territorio nacional. Persisten los rezagos, la pobreza, la injusticia y la corrupción y la causa del tabasqueño se podría convertir en el gran catalizador, en la causa de causas. Andrés Manuel López Obrador tiene en sus manos un cerillo y hay que aguardar por su decisión, que por el bien de todos, cabría anticipar que estará a la altura de las circunstancias de una nación que pretende caminar por un sendero civilizado.