Los coahuilenses están preocupados y eso lo deberían entender las autoridades. A la desaseada y errática pre-precampaña priista se suma una oleada de amenazas de secuestro e intentos de extorsión telefónica tanto en el norte, sureste como en la propia Región Lagunera y la violencia por disputa de tierras en Parras, para conformar un escenario que por decir lo menos, incomoda e intranquiliza. Esta es una realidad que va más allá de “supuestas percepciones” y que requiere algo más que un discurso optimista de quienes nos gobiernan.
Las voces de abogados y de jefes policiacos de Torreón y Gómez Palacio se suman a prácticamente todos los dirigentes de los organismos cúpula de la Iniciativa Privada, para advertir como un problema serio que demanda una atención puntual e inmediata el creciente narcomenudeo. Y ahora, la Unión de Organismos Empresariales de la Región Sureste de Coahuila califica como una verdadera tragedia el hecho de que las amenazas de secuestro e intentos de extorsión a través de llamadas telefónicas en el estado desalienten el arribo de nuevas empresas. Dos expresiones de un mismo y grave problema: la inseguridad.
Hay que sumar esos problemas añejos que sólo necesitan de un cerillo y un poco de viento para estallar como polvorines. En Parras se vivió ayer una jornada por igual confusa y violenta en la que resultaron al menos una persona muerta y varios heridos de bala, uno de ellos el coordinador de la campaña de Raúl Sifuentes en ese lugar.
Y hermanado a lo anterior, esa lucha de bajo cuño en la que varios grupos de priistas buscan amarrar la candidatura para la gubernatura. Los cotidianos golpes bajos y los mensajes que buscan desacreditar o perjudicar a tal o cual aspirante, dan cuenta de la falta de altura de miras. Ya los mismos empresarios, tanto de Saltillo como de Torreón, solicitaron un pacto de civilidad y respeto a las instituciones, como un intento por reencauzar una contienda interna fuera de todo control.
Ante tal panorama, no queda más que lamentar la falta de orden y ausencia de voluntad por resolver puntual y eficazmente en forma los asuntos que se están dejando a la buena de Dios.