La política en México se ha convertido en un sucio juego de incongruencias e hipocresías.
Hace unos días, durante su gira por Ucrania y Rusia, el presidente Vicente Fox Quesada anunció que apoyaría y promovería a su partido (Acción Nacional) con miras a las elecciones federales de 2006.
El hecho, como era de esperarse, provocó una serie de críticas por parte de la Oposición, sobre todo de miembros del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido de la Revolución Democrática (PRD), quienes inmediatamente solicitaron al titular del Ejecutivo que se mantuviera al margen del proceso sucesorio que precipitadamente ha iniciado.
Por supuesto, también se alzaron voces para defender el “derecho” del primer mandatario a participar “como un ciudadano y militante cualquiera” en las acciones proselitistas del Partido Acción Nacional (PAN).
Tanto la declaración inicial como la reacción de los opositores, dejan mucho qué desear y, evidentemente, no corresponden a gente congruente ni comprometida con la sociedad, a la cual se deben.
Parece que el presidente y sus detractores le apuestan a la escasa memoria del pueblo. Pero la gente no olvida que Vicente Fox, durante su precampaña y campaña política para llegar a ser jefe de Estado, criticó ácidamente en el PRI lo mismo que ahora él intenta hacer, es decir, apoyar desde Los Pinos a su partido; por más que diga que lo hará como ciudadano, resulta imposible pensar que el presidente pueda separarse momentáneamente de su cargo para dedicarse a sus “labores de militante”.
Por su parte, los priistas son los que menos calidad moral tienen para cuestionar acciones proselitistas desde el poder porque durante más de 70 años las llevaron a cabo descaradamente y hoy, todavía, las realizan en algunos estados donde son Gobierno. Eso, la sociedad lo recuerda y observa.
Y los perredistas atrás no se quedan. Los integrantes del partido del Sol Azteca censuran la postura de Fox Quesada cuando su jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, promueve abiertamente a sus allegados para que lo releven cuando él termine su mandato.
Lo anterior es el ejemplo más vivo de la hipocresía y la incongruencia que anida en el seno de la llamada “clase política” nacional. Pero siguen creyendo que la ciudadanía no se da cuenta.