Una nación arrogante, no puede dejar de serlo, aun en la desgracia; simplemente no está en su naturaleza. Las imágenes de inspectores de salud del vecino país, revisando con cuidado los alimentos, la calidad de la carne, que reparten los soldados mexicanos que se encuentran en una labor humanitaria, -de auxilio a los necesitados, en territorio estadounidense- provocan malestar en aquellos que entienden en el despliegue de un convoy de más de 45 vehículos con toneladas de víveres, medicamentos e implementos de rescate, algo más que una acción obligada, ya que constituye en los hechos una muestra de solidaridad que no admite condiciones.
Los damnificados del huracán Katrina, llegaron a los albergues en condiciones deplorables, con hambre y expuestos a toda clase de enfermedades (por su prolonagada permanencia en un contexto de alta contaminación); lo que los ciudadanos estadounidenses en desgracia requieren es ayuda, urgente y en todos los órdenes, por lo que seguramente agradecen esos platos con comida caliente que les proporcionan las brigadas de militares mexicanos, así como las mantas y las medicinas que se les puedan ofrecer.
Si el Gobierno estadounidense permitió el acceso a su territorio de un convoy militar mexicano, es por la ayuda que representa y que la administración Bush es incapaz de proporcionar, ya sea por la dilación en la respuesta o la propia magnitud de la desgracia. El gesto de revisar con lupa la ayuda que se ha de distribuir, corresponde al de una nación arrogante y que aun en situación extrema se permite desplantes.
Al menos la ayuda mexicana está llegando a quienes la necesitan, pero en la misma lógica de mantener una imagen de poder ante el mundo, el Gobierno estadounidense rechaza el ofrecimiento de asistencia médica por parte del Gobierno cubano. Quién sabe si los centenares, tal vez miles de ciudadanos de Nuevo Orleans expuestos a la bacteria del cólera, rechazarían por voluntad propia las medicinas cubanas; nunca se sabrá, ya que la administración Bush tomó una decisión en su nombre.
