Cuando se cierra una puerta, la necesidad impulsa a buscar una ventana... hasta que se encuentra. Por más muros, radares y agentes de la patrulla fronteriza, los migrantes mexicanos hacen malabares hasta que logran su objetivo: acariciar esa quimera que llaman el “sueño americano”.
Por lo pronto, el Instituto Nacional de Migración lanzó un llamado de alerta a las corporaciones policiacas de todos los niveles de Coahuila ante la posibilidad de que el flujo de ilegales que cruzan por esta zona se incremente ante el fenómeno de “cazailegales” en la frontera con Arizona.
Las autoridades deben estar preocupadas, ya que la migración hacia el Norte es un fenómeno que no disminuirá en tanto no cambien sustancialmente las condiciones de vida para millones de mexicanos, especialmente en esas zonas que viven inmersas en un rezago histórico y en donde, en las últimas décadas, abundan los ejemplos de pueblos enteros que sobreviven gracias y exclusivamente a las remesas; pero ahora la travesía es mucho más complicada y peligrosa y las posibilidades de que decenas, sino centenares o miles de aspirantes a ilegales, frustrados en el intento, se queden de este lado, aumentan notablemente. Además, el constituir zona de paso o de cruce no significa sólo ser un trampolín para los connacionales que intentan llegar a Estados Unidos de manera ilegal, sino también para centroamericanos, africanos y asiáticos.
No se trata de cuestionar a quien, impulsado por la desesperación, la falta de oportunidades o nulas expectativas en su lugar de nacimiento, decida buscar el sustento propio y para su familia en Estados Unidos de manera ilegal, pero la gran mayoría es presa fácil de los traficantes de humanos, de los llamados “polleros” que constituyen una verdadera mafia, muchas veces asociada a otro tipo de delincuentes y que gracias a su poder corruptor, enturbian todo un contexto social. Coahuila no necesita más problemas y por ello se deben tomar, a la brevedad y con contundencia, cartas en el asunto.
