Para el Partido Acción Nacional (PAN), mantener la Presidencia de la República en 2006 se antoja un objetivo difícil de cumplir. Al menos esa es la lectura que se desprende del informe del hasta hace dos días líder del blanquiazul, Luis Felipe Bravo Mena.
A lo largo de la lectura de las 13 cuartillas de su discurso de despedida, el ex presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), reconoció el retroceso que su asociación política ha mostrado en los últimos años en cuanto a la cercanía con los electores, sobre todo con los de las ciudades, en donde los votantes han optado en los recientes comicios por otros colores.
Incluso, para identificar “los vacíos que se han abierto entre el partido y su entorno” propuso recurrir a expertos en investigación sociológica y antropológica.
Las causas de este “desplome” en las preferencias pueden ser muchas pero destacan, sin duda, dos. Por una parte está la desilusión y desencanto que ha generado en gran parte de los mexicanos el autodenominado “Gobierno del Cambio” de Vicente Fox Quesada, el cual, independientemente de los resultados, no ha podido conseguir la aprobación de amplios sectores de la sociedad.
Los enfrentamientos políticos, el escaso crecimiento económico y la falta de acuerdos, han provocado que la esperanza que en 2000 se manifestó en las urnas, desaparezca poco a poco.
En segundo lugar podrían citarse las características propias de Acción Nacional y la percepción que la población tiene de este partido. Su composición, sus formas de elección interna y sus integrantes, en su mayoría de clase media hacia arriba, han creado una imagen de partido cerrado y elitista, lo cual, en un país en que el 50 por ciento de los habitantes vive en la pobreza, resulta poco efectivo.
Difícilmente, la estrategia de hace cinco años podría volver a funcionar. Un candidato carismático parece que ya no será suficiente. Sin duda, al PAN le queda mucho trabajo por hacer si desea reconquistar las simpatías del electorado y poder mantener a “su gente” en Los Pinos.