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Nuestro concepto/Para reflexionar

La muerte de Sergio Álvarez Martín del Campo, obliga a la sociedad lagunera a reflexionar sobre los peligros a que se exponen los jóvenes cada fin de semana cuando salen a divertirse en los “antros”. Los riesgos no se limitan ya a los conductores imprudentes que pueden ocasionar un accidente al manejar a gran velocidad.

De apenas 28 años, Sergio murió a causa de la golpiza que presuntamente le propinó Rafael Padilla López al salir de “Don Quintín”. Hospitalizado de emergencia en el Sanatorio Español, la agonía del joven duró seis días. Hoy corresponde a las autoridades deslindar responsabilidades, según Liliana López de la Cruz, agente del Ministerio Público de la mesa tres, la averiguación previa del caso ya fue consignada al juez penal por el delito de homicidio simple doloso, por lo que se espera que en breve salga la orden de aprehensión correspondiente.

En la mayoría de las ocasiones, los adultos culpan a los jóvenes de los excesos que actualmente cometen sin reflexionar que muchas veces los padres tienen responsabilidad al no educar a sus hijos. Signos de violencia, de alcoholismo y drogadicción, no son más que un reflejo de la sociedad que los adultos hemos construido al no inculcar valores de respeto y ética, pero sobre todo de amor a la vida. Así pues las nuevas generaciones privilegian el mundo de las sensaciones al de las responsabilidades.

La violencia estuvo presente en la Comarca Lagunera durante la semana. Además de la muerte de Sergio, las noticias hablan de balaceras y de un posible secuestro. Dicha realidad no es cotidiana en la región, de ahí que se deban tomar cartas en el asunto para no imitar a otras ciudades del país como Ciudad Juárez, Reynosa o el Distrito Federal.

La solución no es satanizar lo que sucede cada fin de semana en los “antros”, la diversión forma parte de la vida pero es necesario acceder a ella de manera responsable. Y es aquí donde la sociedad debe participar conjuntamente para fomentar el respeto al otro y reprobar cualquier acto de violencia, pero sobre todo erradicar la indeferencia. No es posible que mientras se desarrollaba el pleito que finalmente le costara la vida a Sergio, ninguno de los testigos se preocupara por separarlos o llamar a las autoridades, tal vez de haberlo hecho el desenlace hubiera sido otro.

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