Gilberto Rincón Gallardo, presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, aprovechó la presencia de Luis Carlos Ugalde, consejero presidente del Instituto Federal Electoral, en la inauguración de la Cuarta Semana Nacional de la Ciudadanía y la Democracia, para afirmar que la democracia en México es incipiente y de baja calidad y el consejero no pudo más que reconocerlo: “para alcanzar una democracia de calidad se requiere una ciudadanía plena, que tenga acceso a fuentes de empleo, de seguridad social, educación y bienestar económico básico”. Y es que resulta tan simple como que un país pobre tiene una pobre democracia... y por supuesto, a una muy pobre clase política.
Tenemos entonces, que mientras existan rezagos sociales, graves deficiencias en un sistema educativo -que dejó, y desde hace muchos años, de significar garantía de movilidad social en nuestro país- y problemas estructurales que impiden garantizar un bienestar económico básico de la población, tendremos una suerte de democracia “totito”, con una clase política que se agota en la más patética y lineal lucha por el poder -por el poder mismo- y que con toda claridad se expresa en estos días en los golpes bajos y zancadillas entre priistas y panistas en sus respectivos procesos internos para seleccionar al candidato a la Presidencia de la República.
Y lo fundamental es que los ciudadanos permanecemos como meros espectadores de una tragicomedia política, en la que cada actor se afana en evidenciar las miserias del contrincante. Es posible que en el lance, determinados personajes ganen puntos en sus muy particulares agendas, pero en el fondo pierde México, al quedar reducida a su más baja expresión lo que debería ser una de las actividades más civilizadas y propositivas del quehacer social: la política.
Para alcanzar una democracia de calidad, se requiere de una ciudadanía plena, dice el consejero presidente del IFE. Tiene razón, ya que mientras la población limite su reacción ante los excesos y deficiencias de la clase política al mero hartazgo y el malestar, sin que medie presión alguna para cambiar el orden de las cosas, pues la democracia en nuestro país seguirá dando tumbos de la mano de lo que hoy no ven más allá de sus propios intereses.