Tras cinco años de trabajo y la interpretación de ocho mil 500 encuestas, la Escuela Nacional de Trabajo Social de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), da a conocer el estudio Dimensiones Psicosociales de la Pobreza, Percepción de una Realidad Recuperada, que entre otras cosas, concluye que la mitad de la población del país vive en condiciones de pobreza, y de ese total 25 por ciento pertenece al grupo de los excluidos sociales.
El diagnóstico invita a la reflexión, ya que entre los datos más significativos, destaca el hecho de que la pobreza ya alcanzó a los jóvenes profesionistas que concluyeron su carrera universitaria y no logran colocarse en un empleo digno, lo que provoca un crecimiento en la explotación a este grupo social.
Al margen de las cuentas alegres o de las diversas mediciones que se hacen de la pobreza en México, que según los puntos a considerar, pueden establecer que hay de 40 a 70 millones de pobres en el territorio nacional, la investigadora de la UNAM, Rosario Silva Arciniega, pone el dedo en la llaga cuando sentencia que “la gente no tiene resuelto el problema de la subsistencia diaria, son personas que padecen muchísimo y que no pueden mirar hacia otro tipo de satisfactores o hacia otro tipo de alcance de libertad, amor y justicia, pues están sometidas al hambre y a la necesidad de comer”.
La situación se agudiza ante los altos índices de migración de las zonas rurales a las grandes ciudades y en el caso específico del Distrito Federal, son precisamente los campesinos quienes forman los cinturones de miseria, las filas de niños de la calle, adultos y ancianos mendigando, quienes tampoco encuentran dónde trabajar por falta de capacitación.
Si a lo anterior agregamos los datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) en el sentido de que en lo que va del sexenio han emigrado cada año en promedio 400 mil mexicanos al extranjero, básicamente hacia Estados Unidos, en busca de mejores oportunidades, se puede concluir que las cosas simplemente no marchan bien en casa, aunque los funcionarios se afanen en pintar de rosa lo que de suyo es gris.