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Nuestro concepto/Protestas

Durante la presente administración, la Sala de Cabildo de Torreón ha sido escenario de peculiares protestas –por decir lo menos- que tienen por propósito, más que el presionar para lograr un objetivo específico, el ridiculizar a las autoridades.

En esa gran mesa, entonces, los sorprendidos (¡o rebasados?) funcionarios municipales, han tenido que presenciar, por ejemplo, los grotescos lances de una prostituta, entrada en años y kilos, que el martes 21 de enero de 2003, convirtió el máximo recinto de la autoridad municipal, en un vulgar “table dance”. Pueden tener razón quienes sostienen que el cineasta Fellini demostró en su memorable película Ocho y Medio, que lo grotesco también puede ser arte, pero lo que sucedió en los albores de la administración de Anaya no fue el caso.

Para desgracia de todos, aquel –por su intención- no fue un incidente aislado. Hay que recordar al ejidatario que entró en Presidencia con todo y caballo, o esa manifestación gay que en la reivindicación de sus derechos, cayó en el recurso fácil de intentar humillar a las autoridades.

Ayer, de nuevo, la ciudadanía de Torreón atestiguó como se puede vulgarizar (concediendo sin aceptar) hasta el reclamo más sentido y justo. Un transportista que se opone al proyecto integral de reestructuración de rutas, se subió a la mesa de Cabildo, dió unos cuantos giros al más puro estilo del pasito duranguense y justo en el rostro del secretario del Ayuntamiento, Alfonso Tafoya, alivió la presión de su malestar: flatulencia.

A estas alturas, con el cierre de administración en puerta, las autoridades municipales deberían evaluar el costo-beneficio de mantener su estrategia de “poner la otra mejilla”. Quién sabe hasta dónde se pueda llegar, si de ridiculizar, humillar a los funcionarios se trata y si estos continúan permitiéndolo.

Independientemente de la razón que pudiera asistir a quienes en ejercicio pleno de sus derechos deciden manifestarse publicamente, habría que apelar a un poco de mesura, a que la desesperación no derive en expresiones vulgares que poco ayudan a las causas más sentidas de la población y en cambio dañan la imagen de todo un municipio.

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