El escenario mexicano que dibuja el Papa Benedicto XVI resulta preocupante: corrupción, impunidad, narcotráfico y pobreza, parecen caracterizar a nuestro país, según los ojos del Obispo de Roma y para nuestra desgracia, el análisis resulta bastante realista. En un discurso dirigido a los obispos de las diócesis de Morelia, Monterrey y San Luis de Potosí, Joseph Ratzinger asegura que “sigue siendo motivo de gran preocupación que en algunos ambientes, por el afán de poder, se hayan deteriorado las sanas formas de convivencia y la gestión de la cosa pública y se hayan incrementado además los fenómenos de la corrupción, impunidad, infiltración del narcotráfico y del crimen organizado”.
En un perfecto español, el Sumo Pontífice -desde su residencia de verano en Castelgandolfo- advirtió a los obispos mexicanos que nuestro país tiene el reto de transformar sus estructuras sociales para que sean más acordes con la dignidad de la persona; que en México se vive frecuentemente en una situación de pobreza y que si bien “en muchos fieles se constata una fe en Dios, un sentido religioso acompañado de expresiones ricas en humanidad, hospitalidad, hermandad y solidaridad”, esos valores se ponen en peligro con la migración al extranjero.
Para el máximo jerarca de la Iglesia Católica, la migración -fenómeno que gracias a las remesas, permite no sólo la sobrevivencia de los miles, millones de connacionales que fueron expulsados por la falta de oportunidades, sino también de sus familias que se quedan en México- significa un riesgo, ya que los migrantes trabajan en condiciones precarias, en un estado de indefensión y afrontando con dificultad un contexto cultural distinto a su idiosincrasia social y religiosa.
De tres pinceladas dibuja un escenario realista y preocupante, nada distinto a lo que todos sabemos y hasta sufrimos cotidianamente en este nuestro México de rezagos e injusticias, pero que vuelve a reclamar nuestra atención, ya que lo advierte el Papa. Hace bien Benedicto XVI al encomendarnos a la Virgen de Guadalupe, pues pareciera que no hay de otra.