Aún no golpea la costa y el debilitado huracán Rita ya empieza a cobrar su factura de sangre y miedo. A las escenas de los miles de automovilistas varados en las principales carreteras que salen de Houston y otras ciudades texanas, hay que agregar la del autobús repleto de ancianos que estalló en las inmediaciones de Dallas; 24 murieron y otros tantos están heridos. Pero además, como una suerte de crónica negra de una tragedia anunciada, uno de los principales diques en la ciudad de Nueva Orleans empezaba anoche a ceder.
La madre naturaleza parece ensañarse con los habitantes de aquella región, ya que todavía no se supera el brutal golpe de Katrina, cuando Rita, ese monstruo gigantesco categoría tres, avanza decidido hacia las norteñas costas texanas.
Con la lección aprendida y de la manera más dolorosa posible, la población huye por miles de las ciudades que según el pronóstico de trayectoria, serán a partir de hoy las más afectadas por Rita. Los puentes internacionales en la frontera tamaulipeca, dan cuenta de una invasión de “paisanos” y ponen a prueba la capacidad de las autoridades mexicanas para resolver una crisis emergente.
Y es que el éxodo es espectacular: cerca de tres millones de personas, la mitad de la población del área metropolitana de Houston, protagoniza la evacuación más amplia de la historia de Texas.
Pero el drama que estremeció los corazones estadounidenses se anticipó 24 horas. Al sur de Dallas y luego de pasar toda la noche estancado en la carretera 45, un autobús con 45 pasajeros, todos ellos de la residencia Bellaire para ancianos, frena su lento avance para reparar una avería, presuntamente de los frenos; empiezan a bajar los ancianos con sus respectivos tanques de oxígeno cuando se registró la explosión.
El temor domina a nuestros vecinos; los golpes han sido demoledores y sin permitir recuperación. A partir de hoy se podría escribir otra página trágica y sólo queda esperar y desear, que Rita sea menos severa, y dañina, que Katrina.
