Las guerras más vale librarlas fuera de casa y hoy, Estados Unidos encara dos grandes batallas: contra el terrorismo y contra el narcotráfico. Qué mejor que la primera trinchera se coloque fuera del territorio estadounidense -digamos que en México- y tal es el espíritu que mueve a la nación más poderosa, económica y militarmente del planeta, en los tratos, acuerdos y convenios que establece con su empobrecido vecino del sur.
En este sentido, la reunión “fast track” que se llevó a cabo en Waco, se puede considerar todo un éxito para el Gobierno estadounidense, toda vez que las naciones representadas en la llamada “cumbre trilateral” se comprometieron a garantizar la seguridad de las fronteras y evitar el paso de terroristas y narcotraficantes; fortalecer la seguridad aérea y marítima e incrementar el intercambio de “inteligencia” para combatir las amenazas internacionales.
Formalmente, Canadá y México se suman a las batallas que libra Estados Unidos, ya que en términos llanos la nueva Asociación para la Seguridad y la Prosperidad tiene un solo y gran objetivo, el que las fronteras norte y sur de Estados Unidos se conviertan en un gran muro que permita un mayor nivel de tranquilidad al pueblo y Gobierno estadounidense. Son las ventajas de ser el poderoso.
El terrorismo y el narcotráfico son flagelos de la humanidad y por ello exigen un combate frontal y decidido por parte de todas las democracias del mundo. Nadie puede cuestionar la legitimidad de todos y cada uno de los esfuerzos que se lleven a cabo para frenar el poder destructivo de aquellos que han optado por el terror como estrategia o bien, minar a los que encuentren en la comercialización de sustancias dañinas un negocio multimillonario, pero que países enteros deban sujetarse a las necesidades de un tercero, aun sobre las propias, es lo que termina por molestar. En fin, así nos tocó vivir, de este lado.
