La premisa es simple: si 2004 fue un año marcado por la sucesión presidencial adelantada, la lucha por la Presidencia de la República en 2005 se intensificará con la definición de las candidaturas; queda entonces esperar que el nivel de confrontación y golpes bajos entre los principales actores de la escena política nacional se intensifique.
Correrá de la mano del proceso de selección de candidatos, un mayor nivel en los desencuentros y pugnas entre un Congreso con mayoría de oposición y el Gobierno Federal, simple y sencillamente porque el secretario de Gobernación, Santiago Creel Miranda, es también un serio precandidato panista. El llamado a la reconciliación y a la discusión seria y propositiva de un mínimo de reglas claras que garanticen la gobernabilidad, tendrá entonces que esperar.
Más distante aún quedará la pretensión de algunos –como Porfirio Muñoz Ledo- de convocar a un gran pacto nacional que elimine los roces innecesarios y estériles entre las principales fuerzas político-partidistas, en aras de contener las aguas e impedir que las pugnas políticas arrastren al país entero.
Bajo esta lógica, 2005 nace bajo el signo de la división política. En el PRI, los gobernadores que se sienten con los méritos y capacidad suficientes para enarbolar la bandera tricolor en 2006, encuentran en el líder de su partido, Roberto Madrazo, el mayor obstáculo. La lucha entonces es interna.
En el PRD y con Cuauhtémoc Cárdenas a la cabeza, se gesta un movimiento que intenta frenar al precandidato mejor posicionado, Andrés Manuel López Obrador y quien -según todas las encuestas- es el personaje con mayores posibilidades de ser el próximo Presidente de la República. “El Peje” entonces se encontrará bajo fuego cruzado, ya que arrastra la posibilidad de un proceso de desafuero que lo inhabilitaría legalmente para “la grande”.
Por el lado del PAN, la escisión ya está marcada entre los panistas tradicionales que encuentran en Felipe Calderón a “su gallo” y los más cercanos al proyecto de Vicente Fox, que -autodescartada Marta Sahagún- tienen en el secretario Creel a su mejor exponente.
Y mientras los ciudadanos reducidos a meros espectadores del teatro político, con el único deseo de que la lucha no derive en consecuencias catastróficas para la nación.