La expectación era grande, gigantesca. Había quién caracterizaba la reunión que sostuvieron ayer –por brevísimos once minutos- Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador, como “el momento que esperábamos todos los mexicanos, cuando el diálogo finalmente se habrá de imponer a la descalificación y a la diatriba”. Había también quién anticipaba que la reunión se convertiría en un “instrumento para garantizar la gobernabilidad, tanto a nivel federal como en el ámbito de la administración del Distrito Federal”. Pero finalmente, no fue para tanto, sólo un primer paso en lo que debe ser un largo camino.
Casi un mes después de que López Obrador fuera desaforado por la Cámara de Diputados y a sólo unos días de que la PGR y la misma Presidencia de la República dieran un viraje de 180 grados, el jefe de Gobierno del Distrito Federal llegó ayer a las seis de la tarde con 31 minutos a Los Pinos; se entrevistó con Fox y salió de la residencia oficial a las seis de la tarde con 52 minutos. Así de breve, 21 minutos, de los cuales se destinaron once para la reunión en sí, sólo un momento después de un año de estéril confrontación.
Poco antes de las ocho de la noche, López Obrador ofreció una conferencia de prensa, donde dio a conocer los puntos que se trataron en la “minicumbre” de Los Pinos: agradecer el cambio de visión de Fox respecto al desfuero y ratificar compromisos con la democracia y que todo marche en paz, en los canales legales, hacia 2006; la entrega de un informe sobre seguridad pública en el Distrito Federal, asegurar la firma para incorporar el Seguro Popular y finalmente, una invitación a Fox para que lo acompañe en la inauguración de obras. El tabasqueño dice que se sintió bien, que estuvo relajado y que la breve reunión transcurrió en términos de respeto. Mientras, la Presidencia prefirió guardar silencio.
Quien esperaba algo más de la reunión de dos de los principales actores políticos, el presidente de la República y quien según todas las encuestas será su sucesor; quien anticipaba “el gran momento”, deberá conformarse con ese paso hacia la distensión, hacia la reconciliación entre dos fuerzas en pugna, que tal y como están las cosas en nuestro país, no es cualquier cosa.