AMLO
El popular “Peje”, el hombre que sería el próximo presidente de la República -según todas las encuestas- si las elecciones se celebraran el día de hoy, Andrés Manuel López Obrador, visitó ayer Torreón. Y fue una corta pero estratégica visita, en el marco de su gira por el norte del país y que no pretende otra cosa más que demostrar que también por estas latitudes es un hombre popular “y eso ya nadie lo puede negar”, según sus propias palabras.
Fiel a su tradición de responder con un “estoy bien”, a todas las preguntas que simplemente no quiere contestar, y a evitar las confrontaciones que pudieran resultar “políticamente incorrectas” como con Cuauhtémoc Cárdenas que cuestiona el fondo neoliberal de algunas de sus propuestas, o bien con el líder zapatista Marcos, quien lo llamó traidor, López Obrador llegó, vio cómo sus simpatizantes literalmente se peleaban por la oportunidad de saludarlo, cómo algunos integrantes de las Redes Ciudadanas se excedían en sus autoimpuestas obligaciones de vigilancia; lanzó dos frases, atribuyó el problema de la inseguridad y el narcotráfico a la descomposición social que vivimos, marcó distancia de Fox... y se fue.
En la parte medular de su mensaje a los laguneros, el tabasqueño dice que México necesita más que crecimiento económico y generación de fuentes de empleo, bienestar y justicia, “pero no hay nada de ello” y sostiene que la gente necesita creer; ya no más demagogia y en eso estriba la diferencia con Vicente Fox, “yo entiendo que hay esa preocupación de que estamos en campaña y siempre se dice más o menos lo mismo, pero no somos iguales”.
Sin embargo, AMLO se equivoca. Representa un fenómeno muy similar al de Fox hace cinco años -sólo que uno de derecha y otro de izquierda, para calmar a los apasionados- ya que simboliza la esperanza de muchos mexicanos de que ahora sí, las cosas cambiarán para bien. También, al igual que Fox en su momento, despierta pasión, de esa que nubla la razón: se le quiere o se le odia y los primeros entienden como su obligación, la defensa a ultranza del personaje... exactamente igual que lo sucedido hace cinco años.
Si los mexicanos conservamos como pueblo, la capacidad de aprendizaje, más valdría eliminar la pasión en beneficio de la razón, ya que los liderazgos que no son sopesados con justicia y los personajes que en aras de la esperanza son “perdonados” en todos y cada uno de sus defectos, suelen dar amargas sorpresas.