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La gran pregunta que debemos responder hoy los coahuilenses, no es si la convocatoria del PRI para elegir a su candidato a la gubernatura sale o no con los famosos ?candados? sólo para frenar o favorecer la lucha por la libre de uno de los aspirantes, o si éste impugna la decisión del Comité Ejecutivo Nacional de su partido, luego del fallo del Trife, ya que considera que se están violentando sus derechos políticos; la gran pregunta tampoco es si existe algo más allá de la lucha interna en el tricolor o si algún abanderado de otro partido se encuentra en posibilidades reales de conquistar la tan codiciada silla grande en el Palacio Rosa. La gran pregunta es si somos ciudadanos a carta cabal, o simples y mudos espectadores de un espectáculo que en su forma, ha demostrado ser del más bajo cuño.

Por momentos, pareciera que los principales actores de la vida política estatal reducen a los ciudadanos a un nivel impropio e injusto, el de meras comparsas o títeres, cuyos movimientos son predecibles de acuerdo al hilo que se estire. La intensidad de la guerra interna en el tricolor, supone que los ciudadanos tienen una escasa capacidad de respuesta y que el debate de las ideas no es un valor en uso. Las maquinarias aplastan a los que permanecen inertes y pareciera que ese es el estatus que se atribuye a quienes finalmente decidirán en las urnas quién coordinará los esfuerzos de los coahuilenses durante los próximos seis años.

Qué sorpresa se llevarían, sin duda, los que hoy aspiran al favor del electorado, si en lugar de vítores y aplausos, de esos gritos que reflejan más que compromiso, cierta catarsis amalgamada con esperanza, los ciudadanos demandaran los ?cómo, cuándo y dónde? aterrizarían todas y cada una de las promesas. Qué sorpresa se llevaría más de uno, si en los mítines, en lugar de esas extrañas e inducidas explosiones de entusiasmo, cada que se mencionaran las palabras democracia, libertad, progreso y un largo etcétera, los ciudadanos pidieran datos y compromisos concretos, medibles, auditables.

Esa sería hoy, la gran pregunta que debiéramos responder los coahuilenses: qué clase de ciudadanos somos; con qué nos conformamos y qué estamos dispuestos a hacer para realmente marcar la diferencia e imponer la agenda ciudadana, la del estado, sobre las particulares de los que hoy nos piden que confiemos en ellos, sólo porque creen merecerlo.

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